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Es más: agradezco tu opinión, siempre que la formules con el debido respeto. Aunque discrepes de mis ideas, sé que te preocupan los mismos problemas que me preocupan mí. Esos problemas que acechan a España y a los que entre todos hemos de encontrar solución, si queremos evitar que el barco se hunda.

Thyratrón de Argón

sábado, 17 de abril de 2010

Meditaciones del caminante. Castilla

Soy uno más de los miles de personas que este año jubilar de 2010 han terminado o terminarán de realizar el Camino de Santiago, con el abrazo final al santo.

A lo largo del denominado “Camino de Madrid”, que discurre a través de la otrora llamada Castilla la Vieja (Segovia - Valladolid) para enlazar en Sahagún con el “Camino Francés”, he tenido la oportunidad de conocer paisajes y, sobre todo personas (especialmente en la última parte del recorrido, entre Sarria y Santiago), sobre las que me resulta obligado dejar constancia. Recojo en este primer trabajo algunas de mis notas del tramo por tierras castellanas.

De la primera parte del Camino, una vez abandonada la Comunidad de Madrid por el puerto de la Fuenfría y ya dentro de las mencionadas provincias castellanas de Segovia y Valladolid, impresiona sobre todo la sobriedad de sus gentes. No es un tópico, el castellano es, como su tierra: seco, poco dado a las florituras. Destaca la falta de adornos tanto en el lenguaje de sus naturales como en las fachadas de sus casas. Esta sobriedad, este espíritu duro, capaz del aguantar el sufrimiento, ese que se palpa en la sequedad del paisaje, hace que el castellano se funda en una única cosa con su propio horizonte. Las casas de adobe, piden permiso al paisaje para pasar desapercibidas, no hay colorido en las fachadas ni geranios en los balcones.

Por todos estos pueblos he visto esas caras resecas, agrietadas, del color ocre de la propia tierra castellana, acentuando esta sensación la casi absoluta falta de niños, de sus gritos y de su inconsciente alegría. Porque este es otro de los dramas de estos pueblos: fueron pero no son. Sus pueblos, casi vacíos, están habitados principalmente por personas mayores, pensionistas, gentes económicamente no productivas, sin ganas ni oportunidad de iniciar proyectos de futuro. Por todas partes se respira el final del trayecto, tanto en lo personal como en lo económico. Muchas casas de fachadas blasonadas se ven en la absoluta decadencia que precede a su ruina final.

Mi primera pregunta es ¿ha sido siempre así? ¿Cómo ha llegado Castilla, en una etapa de la historia a ser la potencia dominadora del mundo? ¿Fue por el carácter de sus gentes, por la sabia dirección de sus dirigentes o por una conjunción de ambos factores? ¿Fue tal vez consecuencia lógica de disponer de un “software superior”, de un producto que no necesitaba márketing para venderse, un estilo de vida, una concepción del mundo destinada a triunfar? No es mi propósito responder a esas preguntas, entre otras cosas porque no me siento capacitado. Ahí las dejo como hitos que marquen la necesidad de mayor estudio.

De esa Castilla cuatro imágenes para mí sorprendentes: sus iglesias románicas y mudéjares, los inmensos pinares de Valladolid, el derrumbamiento del tópico de la planitud de Castilla y la, para mí, insospechada infraestructura del Canal de Castilla.

Empezando por éste último, el Canal de Castilla es uno de los proyectos más relevantes de ingeniería civil de la España de la Ilustración. Se trataba de habilitar una vía fluvial de transporte que solucionase el problema de sacar los excedentes agrarios de la región, cereales en su mayoría, hacia los puertos del Cantábrico. Al mismo tiempo, el Canal pretendía constituir una vía de comunicación capaz de paliar el secular aislamiento de la meseta castellana. Es decir que, desde postulados actuales, puede decirse que para la época, el Canal pretendía ser al mismo tiempo una autopista, un tren de alta velocidad y un grueso cable de fibras ópticas.

Aunque los antecedentes del proyecto se remontan a los siglos XVI y XVII, no fue hasta mediados del XVIII, en plena Ilustración, cuando el Marqués de la Ensenada propone a Fernando VI su construcción. Dos años más tarde, el ingeniero Antonio de Ulloa, presenta el “Proyecto General de los Canales de Navegación y Riego para los Reinos de Castilla y León”. Las obras de este grandioso proyecto dieron comienzo el 16 de julio de 1753, bajo la dirección del propio Antonio de Ulloa si bien se paralizaron un año más tarde cuando ya se habían construido alrededor de 25 Km. En 1759 las obras se reanudan en Alar del Rey (Ramal del Norte), terminándose 32 años después (en agosto de 1791), cuando las aguas del tramo Norte se unen al previamente construido Ramal de Campos en Calahorra de Ribas.

Con todo, del proyecto inicial sólo se construyó algo más de la mitad. Una vez más, se demuestra que los españoles somos capaces de realizar grandes esfuerzos y las más tremendas heroicidades siempre que éstas se nos exijan solo durante cortos periodos de tiempo. Hay algo, que probablemente se transmite con nuestros genes, que nos hace desfallecer en cuanto se requiere un esfuerzo continuado, constante, tal vez no tan heroico, pero si más duradero. Sea como sea, el proyecto inicial contemplaba 4 tramos o canales, capaces de unir Segovia con Reinosa, para atravesar después la cordillera Cantábrica y llegar al mar por el puerto de Santander.

Del tramo Norte, que pretendía unir Reinosa (Cantabria) con Calahorra de Ribas (Palencia), solo se construyó desde Alar del Rey hasta Calahorra de Ribas. El ramal Canal de Campos, desde Calahorra de Ribas (Palencia) hasta Medina de Rioseco (Valladolid), se construyó en su totalidad, al igual que el tramo Sur, desde el Canal de Campos hasta desembocar en el Río Pisuerga en Valladolid. Finalmente, el Canal de Segovia, que debería unir Segovia con Villanueva de Duero (Valladolid), nunca fue iniciado.

Formando parte del Canal, en nuestro camino, podemos ver numerosas obras de ingeniería capaces de facilitar la navegación (dársenas, esclusas, presas, acueductos, puentes, etc...), también construcciones industriales: molinos, almacenes, etc.

“Ancha es Castilla” estamos acostumbrados a oír, para indicar que aquí hay sitio para todos, incluso para que aquellos que no quieren verse, no se vean. Y es verdad, Castilla es ancha pero no plana. El tema de la planitud de estas tierras es algo que puedo discutir con cualquiera después de haberla recorrido arriba y abajo durante los alrededor de doscientos kilómetros del trazado del Camino de Santiago (Camino de Madrid) que trascurren por las provincias de Segovia y Valladolid.

Otra sorpresa. Los inmensos pinares de Valladolid. Tradicionalmente estamos acostumbrados a ver pinos en aquellos lugares en los que no es posible la supervivencia de otras variedades de árbol. Así el pino, por ser más duro, es desplazado de las llanuras y lugares protegidos del frío, la nieve, los vientos y los hielos y “reina” de manera casi sin competencia en la media y alta montaña, donde “los que no son del mismo Bilbao” no se atreven.

Pero, ¿por qué está Valladolid lleno de pinares? Si, es verdad que en el invierno hace frio y hay heladas, pero en estas cotas la población autóctona debería ser de robles, quejigos, encinas… De hecho, ese tipo de árboles eran los que predominaban de manera autóctona antes de que la sobreprotección a la Mesta originase la deforestación sistemática de las tierras de Castilla. Fue Felipe II quien, tratando de poner remedio, dictó las primeras medidas para repoblación forestal en España, y esta repoblación se hizo a base de pinos que vinieron a remplazar a los encinares y robledales, en razón a que estos últimos son de crecimiento muy lento.

Se plantaron miles de hectáreas de pinos, se nombraron guardabosques para cuidarlas y se multaba a quienes causasen daños en los pinares. Todo un ejemplo de política a seguir, y eso que entonces no había ministerios ni consejerías de Medio Ambiente ni, seguramente, concejales responsables del tema en los municipios.

El arte mudéjar es una característica única de España y corresponde con las construcciones religiosas con influencia constructiva árabe, asentadas en los territorios que se van liberando durante los siglos XII y XIII como consecuencia del progreso de la Reconquista.
Son característicos los materiales utilizados: ladrillo, madera, yeso y azulejos, aunque también hay realizaciones en sillares de piedra, más utilizados en los estilos netamente cristianos. Las estructuras arquitectónicas a menudo se basan en patrones cristianos por lo que es frecuente encontrar plantas de edificios de inspiración románica o gótica. Sin embargo, es frecuente que las cubiertas sean de artesonado de madera, característica hispano-musulmana. El tramo castellano-leonés del camino de Madrid está literalmente plagado de este tipo de construcciones. Entre los ejemplos que he podido constatar: Iglesia de Santo Tomás en Arenillas de Valderaduey, Iglesia de San Pedro en Alcazarén, Iglesia de San Gervasio en Santervas de Campos, etc.

Ahora que el pueblo español está diluyendo la práctica religiosa y perdiendo la fe cristiana en beneficio de otras confesionalidades más “actuales” como el hedonismo, el individualismo, el consumismo, etc., que también en parte nos vienen de fuera. Ahora, repito, me gustaría poder hacer volar “La máquina del tiempo” y observar, conversar y entender aquellas mesnadas cristianas imbuidas de tan firme confesionalidad que les impelía a matar y/o morir en defensa de su concepción religiosa y de su civilización. No cabe duda de que debieron ser tiempos muy duros, pero a la vez eran sin ninguna duda, mucho más auténticos.

domingo, 11 de abril de 2010

Camino de Santiago desde León a Compostela

Recién llegado de finalizar el tramo del Camino que he continuado este año desde León, donde lo dejé el pasado 2009, hasta Compostela, he plasmado en este documento algunas de mis impresiones y vivencias. La estructura del documento contempla como subtítulos los lugares de pernocta de cada una de las 12 etapas en las que he dividido el recorrido.

CAMINO DE LEÓN A SANTIAGO DE COMPOSTELA. LUGARES DE PERNOCTA

Esta segunda parte del Camino de Madrid, la he realizado solo, comenzando el 24/3/2010 (miércoles) y acabando el 5/4/2010. A continuación recojo mis memorias, estructuradas por lugares de pernocta

Hospital de Órbigo

Caserón antiguo rehabilitado por una pareja de peregrinos alemanes. Hospitaleros: El portugués y José Luis. 5 € + 3€ por la cena comunitaria (lentejas+pan +vino) y el desayuno.

El hospitalero español (José Luis, creo) era un antiguo conductor de ALSA que sufrió un ictus en el desarrollo de su trabajo, con el autobús lleno de gente, perdiendo el conocimiento al volante sin que hubiese un solo herido. Actualmente está con una incapacidad laboral del 60%.

El otro, el portugués, cuyo nombre no recuerdo era un joven de unos treinta años al que en su momento se le diagnosticó un cáncer (creo que de pulmón) del que ahora se encontraba repuesto. Ambos eran voluntarios y atendían el albergue por un periodo de 15 días

El Ganso

Albergue privado (creo que 8 €). El hospitalero abandona el albergue. Conocí a los canadienses (Mikel y Arthur). El bar del pueblo, “el cowboy” estaba cerrado y no existía tampoco ninguna tienda dónde poder comprar algo de cena. Mikel improvisó un arroz basmatí con almendras y orejones desecados y picados y un poco del aceite de oliva que yo llevaba. Me llamó la atención la meticulosidad con la que midió la cantidad (dos cucharadas), como si estuviese siguiendo el guión de una receta bien conocida. Por mi parte, yo aporté un poco de morcón de la sierra de Aracena y queso “La flor de Esgueva”. Al final no cenamos mal.

Riego de Ambrós

Albergue municipal. No estaba mal. Habitaciones de cuatro camas con puertas correderas. Conocí a los dos de Valmaseda que iban acompañados por Pedro el de Madrid. Cuando llegué al albergue, hacia las cinco de la tarde, uno de ellos (creo que Antonio), estaba en pleno concierto de ronquidos, para mayor regocijo de los otros dos (ambos de nombre Pedro). En el ambiente un denso y prometedor olor a patatas con chorizo que, entre los Pedros y el concertista, estaban cocinando a fuego lento.

Dos alemanes de mediana edad que llegaron justo al mismo tiempo que yo, y que no hablaban una palabra de español, completaban la nómina de los alojados en el albergue.

De paseo por el pueblo, pude contemplar la iglesia por fuera y por dentro, así como charlar con el dueño del único bar de la localidad que después comprobé que también era el encargado de cerrar el albergue a última hora de la noche.

Aunque había comido en su momento (y muy bien, por cierto) al pasar por Acebo, no pude resistir la invitación a patatas con chorizo y, así, entre los cuatro dimos buena cuenta del perol que durante horas había hervido a fuego lento en la cocina. Los alemanes, bien sea por desconocimiento del idioma, bien porque no consideraron conveniente participar en tan bárbaro ritual, no osaron siquiera acercarse.

En fin, llegó la noche y con ella pude comprobar que no sólo era Antonio quien amenizaba la función sino que sus otros dos compañeros acompañaban rítmicamente con gran entusiasmo en diferentes octavas.

Cacabelos

Aquí, he de confesarlo, me agarré un tremendo cabreo al comprobar que el albergue de peregrinos situado una vez cruzado el pueblo se encontraba cerrado por obras. Sólo queda desandar los pasos, ya con los pies doloridos, para encontrase con otra sorpresa al llegar al ayuntamiento y comprobar que también estaba en obras y cerrado. En la puerta un cartel con un número de teléfono fijo (no lo coge nadie) y otro móvil (apagado o fuera de cobertura). Hablo con unos vejetes que están en la misma plaza del ayuntamiento. Decidimos que hay que acabar con los políticos que no sirven para nada y que sólo se preocupan de su propio enriquecimiento personal.

Dejé a mis eventuales amigos concretando los detalles de cómo preparar el golpe de ayuntamiento y me encaminé a la Pensión galaica en la que por 25 € del ala (desayuno incluido) pude descansar muy bien en una habitación limpia y cómoda.

La Portela de Valcarce

Albergue municipal en las antiguas escuelas del pueblo. Creo recordar que costaba 5 €. La hospitalera puede decirse que excepcional (María).Preocupada en todo momento por la comodidad de los peregrinos que, como yo mismo, íbamos llegando completamente calados. Se agradece que después de haber estado luchando contra los elementos: el agua, el frío, la cuesta arriba y la ventisca, encuentres un lugar dónde te den unos creps recién hechos, una ducha caliente, un radiador donde poner a secar tu ropa y alguien se preocupe de meterte papel de periódico en las botas para que al día siguiente te las encuentres secas.

Aquí conocí a dos ciclistas, cuyos nombres ahora no recuerdo. Uno de ellos, de Madrid, se encontraba actualmente en el paro y estaba intentando crear una empresa de asesoramiento comercial para pequeños negocios. Se sentía capacitado para lograr un negocio que prosperase en poco tiempo. Pensaba que le bastaba una infraestructura de empresa virtual, con una secretaria y una sede física compartida. Lo demás era su propio trabajo y sus ganas de salir adelante. A este ciclista, por razones obvias, ya no le volví a ver. Calculo que en dos o tres etapas a lo sumo llegaría a Santiago.

El segundo ciclista tenía 23 años, había roto una cubierta de la bici y ahora caminaba mientras alguien le había subido en coche la bicicleta hasta Cebreiro para su reparación. La historia de este muchacho onubense era la de tantos jóvenes de su edad. Trabajaba en una fábrica de productos químicos en el Polo Industrial de Huelva. La crisis y la competencia habían hecho que la empresa fuera mal ya hace un par de años, por lo que sus antiguos dueños decidieron deshacerse de ella. En esto, apareció un “empresario” francés que atraído por las subvenciones ofrecidas por la Junta de Andalucía, se comprometió a reflotar la empresa. Naturalmente el francés cobró todas las ayudas y desapareció, dejando la industria en la quiebra y sus empleados, entre los que se encontraba el ciclista y su propio padre, en el paro. Mi amigo estaba haciendo la peregrinación para pedirle al santo que intercediera por su empresa.

Al día siguiente arranqué mi marcha antes que el ciclista de Huelva pero volví a coincidir con él, en medio de la nevada, en los últimos repechos de la subida a O Cebreiro. Allí ante un caldo gallego hirviente y una ración de empanada, nos deseamos suerte mutuamente. Menos de 24 horas después, ya montado en su cabalgadura y bajando a toda velocidad por la carretera, escuché fugazmente su saludo. Espero que el Santo le preste su ayuda.

Las instalaciones del albergue decentes aunque sin pasarse

Hospital de la Condesa

Albergue de la Xunta 5€. Se trata de un albergue recién rehabilitado, con unas magníficas instalaciones pero, como todos los de la Xunta, aunque tiene unas estupendas placas de vitrocerámica para cocinar, carece del menaje necesario para poder utilizarlas. A una hora bastante tardía y huyendo de la copiosa nevada que en ese momento caía, aparecieron tres peregrinos a los que la hospitalera (sin duda una funcionaria) quería echar por estar el albergue lleno. Se produjo una reacción popular de cierta tensión pues los recién llegados decían que para echarles tenía que venir la Guardia Civil y que no les importaba dormir en el suelo. La funcionaria aducía siniestros razonamientos sobre la cobertura del seguro de vida y accidentes, limitado al número de personas máximo alojable en el albergue. En fin, una vez más, la razón en lucha contra la burocracia.

Al no haber tienda en el pueblo donde poder abastecerse, prácticamente todos los albergados cenaron en el bar de enfrente del albergue. Las malas lenguas comentaban que esa era la razón principal para la falta de cazos, perolas o sartenes en el renovado refugio.

Cador

Otro albergue de la De la Xunta 5€. Bien aunque algo más desgastado que el anterior. La filosofía de la hospitalera es exactamente la misma que en Hospital de la Condesa. Se trata de una funcionaria que considera poco valorado su trabajo. ¿En qué lo noto? En “pequeños detalles”: la lavadora y la secadora funcionan con monedas pero la funcionaria no tiene cambio. Si quieres cambiar, tienes que ir a un bar que está a 500 metros y pedir el favor. Puede ser que en el bar tengas que consumir para que miren si tienen cambio en la caja. Otro detalle: este albergue está a 4 km de Sarria y la funcionaria está muy indignada porque la Guardia Civil le pide las fichas de los albergados obligándole, primero a rellenarlas y, sobre todo, a tener que hacer 8 km en coche para entregarlas. En fin, se percibe una notable diferencia entre los voluntarios que hacen de responsables de los albergues, por amor al arte (o al Camino) y los que lo atienden con la cruz a cuestas.

A todo esto, el bar que está a 500 metros, es el único sitio donde se puede comer algo. Se trata de un bar atendido por una viuda y su cuñada. Hace frío, todavía tengo la ropa empapada de la que me ha caído. Un caldo gallego y un plato combinado (filete más huevos fritos) me ayudan a recuperar la dignidad. El palo de 18 € que me cuesta la broma me vuelve a la realidad del Camino que no es otra que el triunfo del mercantilismo sobre cualquier otra razón de ser. El peregrino se convierte en una de esas vacas que al atardecer va arrastrando sus inmensas ubres pidiendo a gritos que la ordeñen. Y claro que lo hacen, sin ningún disimulo y, desde luego, sin anestesia.

Portomarín

Se trata de un Albergue privado gigantesco que cuesta 10 €. A partir de Sarria las cosas me parecen gigantescas y masificadas. Todo tiene su razón. Estamos al inicio de la Semana Santa. Hay que conseguir el Jubileo con el mínimo esfuerzo (hasta en esto, la sociedad capitalista ha configurado nuestro alma y nuestro entendimiento): te ganas el Cielo peregrinando desde 100 km antes de Santiago, es decir desde Sarria. A partir de ahora, mi espíritu flaquea: lo que no ha sido capaz de conseguir el frio, la nieve, el agua o el barro, puede que lo consiga el incesante devenir de las hordas que te adelantan en tropel entre gritos, salpicándote de barro, arrollándote con sus bicis o sus caballos… Por primera vez dudo si abandonar. No me gusta competir con la chusma y, preveo que a partir de ahora, la competición va a estar al cabo del Camino.

El albergue privado de Portomarín es toda una operación turística. Cientos de vociferantes “peregrinos” salen de los autobuses en manadas portando sus maletas para inundar con su presencia las casi doscientas camas que les aguardan. Todos ellos, vueltas las maletas al autobús, me adelantarán mañana por el Camino. Antes de dormir escucho como el guía que pastorea esta manada les explica que, por “razones técnicas”, la etapa de mañana será o bien de 3 km o bien de 13, a elección, porque el autobús no puede meterse por determinados sitios, así que, que cada uno elija. Hay protestas y murmullos por la mala organización que demuestra la agencia. Decido que tengo que huir de esta gente. A la mañana siguiente arranco a andar en plena oscuridad. Son las 7 y cuarto de la mañana, pero da igual, hay gente por todas partes. Los traen en todoterrenos, furgonetas (“coches de apoyo”, creo que los llaman) y los dejan en las orillas del Camino. Todos corren y te adelantan. Nadie te saluda ni te desea, como era normal en las etapas anteriores, “Buen Camino”.

Pero todavía las cosas pueden ser peores. Paseando por Portomarín veo que los peregrinos que no caben en los albergues son derivados hacia el polideportivo municipal. El espectáculo es, como se dice ahora, muy fuerte. Una cancha de cemento, llena de colchonetas y gente, gente por todas partes…

Palas de Rei

Me he jurado que a partir de ahora voy a procurar tener el mínimo contacto posible con las bestias. Por eso, al llegar a Palas de Rei, después de que durante horas todo el agua de los cielos se haya desplomado sobre mí, me busco un pensión donde estar a salvo de los desmanes de los ”otros peregrinos”. Paso la noche en la pensión Guitina (20€). Mal, muy mal. Hace un frío que pela, estoy empapado y no hay calefacción. La persona que me ha cobrado me dice que se lo dirá al dueño, que no puede tardar y que pondrá la calefacción. Me voy a comer al Hostal Vilariño, muy bien por cierto (9 €). Trato de prolongar lo más posible mi estancia en el Vilariño porque se está calentito y mi ropa se me va secando puesta.

Al regreso a la pensión, como era de esperar sigue sin haber calefacción, me vuelven a torear con que van a darla pronto. Bueno, me daré una ducha calentita y recuperaré la temperatura normal del cuerpo humano. ¡Quiá!, el agua de la ducha sale por todas partes menos por donde debe. La goma está totalmente rota, tanto que decido quitar el mango y ducharme directamente con la goma.

Me doy cuenta que estoy cansado, así que me acuesto pronto. El colchón es de aquellos de los años cuarenta. Probablemente de lana pues tiene un hoyo en el centro del que resulta prácticamente imposible salir una vez caes dentro. A pesar de todo creo que me he dormido. Sí, me he dormido porque me despierto asustado al escuchar gritos y portazos de los “otros peregrinos” que invaden las habitaciones contiguas. Mi primer impulso es tratar de huir pero, ¿por qué? Me cubro la cabeza con la almohada y así, cuando ya casi me estoy asfixiando, descubro que se han callado. Bueno, en realidad sólo ha sido una tregua. Un par de horas después otra nueva jarca invade la pensión entre gritos, risas y portazos.

A la mañana siguiente me levanto pronto y echo a andar aún de noche. He tomado una decisión heroica: caminaré por la carretera para ahorrarme no sólo el barro sino también el ataque de las hordas jacobeas.

Ribadiso de Abaixo

En el último tramo de la marcha me encuentro con los dos muchachos catalanes con los que coincidí en la subida de O Cebreiro. No es la primera vez, también coincidí con ellos en una pulpería de Melide dos días antes. El más comunicativo acomoda su paso al mío, mientras que el otro se desmarca y pronto se le pierde de vista. Por sus comentarios deduzco que está echando de menos las etapas anteriores de sosiego y tranquilidad y que, como me pasa también a mí, se siente avasallado por las turbas que desde hace días invaden el Camino. Nuestra conversación dura alrededor de una hora y en ella constato que, a pesar de ser un muchacho culto y educado, tiene problemas gramaticales en la utilización de algunos tiempos verbales. Pienso para mi que a este chico, al haberle obligado a estudiar en catalán, le han hecho una putada para toda su vida, o tal vez no. Tal vez viva feliz en su ignorancia y no se encuentre nunca con alguien que perciba sus deficiencias.

El albergue de Ribadiso de Abaixo es también de la Xunta y como en todos, al llegar te dan una funda de colchón y otra de almohada, ambas de papel, más un sobrecito de desinfectante en gel. La hospitalera está detrás de un mostrador, como corresponde a su estatus de funcionaria. Toma tus datos, te sella la credencial y te cobra 5 euros. A partir de ahí, allá te las arregles. Que si, que la máquina de lavar y secar usa monedas de dos euros, pero ella no tiene cambio. Tienes un bar cerca que te pueden cambiar. El albergue no está mal pero está claramente pensado para el verano. Por ejemplo, las duchas están muy separadas del edificio destinado a dormitorio, lo que te obliga a dar un paseo medio en pelotas bajo la lluvia.

Labacolla

La última marcha la alargué hasta los 31,5 km para poder quedarme en Labacolla, a tan solo 10 km de Santiago. Labacolla es un pueblecito cercano al aeropuerto de Santiago, que, en su núcleo urbano no tiene apenas de nada. El Hotel Garcas (30€ sin desayuno) no está muy bien pero la cena por 9 € era excelente.

Satiago

Ya de camino a la ciudad hay que recorrer grandes longitudes sin encontrar las flechas amarillas, lo que te hace sentir que puedes haberte perdido. Al final, en los cruces, siempre aparece la pintura amarilla que te indica que estás en el buen camino. En el monte do Gozo pueden verse las enormes infraestructuras de los diversos albergues de peregrinos. A partir de ahí una bajada te lleva a cruzar el río y ya estoy en Santiago. A partir de aquí, la entrada a la ciudad se convierte otra larga marcha urbana hasta el Obradoiro.

Llama la atención la cantidad de policía y guardias de seguridad situados incluso dentro de la Catedral. Parece como si se temiera algún atentado. He estado otras veces en Santiago y nunca he visto un despliegue semejante.

DISTANCIAS RECORRIDAS (*)

Km/día

Acumul

Hospital de Órbigo

6,50

6,50

El Ganso

29,80

36,30

Riego de Ambrós

27,00

63,30

Cacabelos

28,10

91,40

La Portela de Valcarce

20,80

112,20

Hospital de la Condesa

22,80

135,00

Cador

31,50

166,50

Portomarín

25,50

192,00

Palas de Rei

22,00

214,00

Ribadiso de Abaixo

23,00

237,00

Labacolla

31,50

268,50

Santiago de Compostela

10,00

278,50

TOTAL

278,50

(*) Se ha partido de San Martín del Camino

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Memoria Histórica: D. Félix de Azara


Este verano he visitado la exposición que, conmemorando el bicentenario del nacimiento de Charles Darwin (Febrero de 1809), está teniendo lugar en el Museo Nacional de Ciencias Naturales. Fuera de todas las trasnochadas polémicas sobre evolucionismo y creacionismo, confieso que, desde siempre, me ha interesado la historia de los descubrimientos en el campo de las ciencias naturales: cómo han surgido las teorías que luego han resultado contrastadas por los hallazgos en el campo de la ciencia positiva; cuáles han sido las anécdotas que, muchas veces de forma casual, han servido para hacer avanzar el conocimiento científico; qué ambiente social y político ha constituido el caldo de cultivo en el que han tenido lugar los principales descubrimientos, etc.

Así, en la muestra citada, me he sorprendido con dos hechos cuya realidad desconocía y sobre los que me he visto impulsado a investigar.

El primero de ellos corresponde a algo que ha sucedido muchas veces en el campo de los descubrimientos científicos. Me refiero a lo que podríamos llamar la “madurez socio-científica” y que ha hecho que muchas veces el nivel alcanzado socialmente en algún tema origine que un determinado descubrimiento caiga “como breva madura” o, en otras palabras, que el nivel de conocimientos preexistente devengue de forma natural y obligada en el hallazgo de algo nuevo, trascendental y revolucionario.

Los grandes descubrimientos, y los científicos no constituyen una excepción, son siempre el resultado de la necesidad cubrir un vacío o explicar un hecho contradictorio en la teoría vigente en ese momento. La necesidad de cubrir ese hueco estimula a la comunidad científica en su conjunto y, en particular, inquieta a los científicos concretos que, teniendo el nivel de conocimiento suficiente para identificar los puntos débiles de la teoría, son capaces de iniciar una búsqueda que es, de hecho, una especie de carrera individual por llegar a llenar ese vacío. Está claro, por tanto, el punto de partida, la pieza perdida o que no encaja en el puzle y esa identificación de qué es lo ignoto, que suele ser compartida por varios científicos simultáneamente.

Los ejemplos son abundantes en todos los campos del conocimiento: hay quien sostiene que el descubrimiento de América se hubiera realizado igual, 10 años arriba o abajo, aunque no hubiera existido Colón ni los Reyes Católicos se hubieran prestado a financiar la empresa. Hubiera sido otro navegante y, tal vez, otro reino europeo, pero el impulso económico por encontrar una ruta hacia Cipango y la tecnología necesaria para la navegación estaban ahí para propiciar un descubrimiento que se hubiera producido de todas maneras.

En temas tecnológicos o de ciencia aplicada se han dado también casos curiosos. Por ejemplo en el campo del diseño y la consiguiente formulación simultánea de patentes de productos idénticos, por parte de personas alejadas geográficamente y que ni siquiera se conocían. Sirva como ejemplo la invención del teléfono atribuida al escocés naturalizado norteamericano, Alexander Graham Bell, que lo patentó en 1875. Hoy nadie discute que, algún tiempo antes (1860) el también científico italiano Antonio Meucci ya había desarrollado un invento similar, aunque la falta de consideración de las posibilidades prácticas del mismo o tal vez su precaria situación económica, le impulsaron a no patentarlo.

Todo esto me sirve para explicar que hoy ya se sabe que la teoría de la selección natural y la evolución de las especies, que todos asignamos a Darwin, fue postulada simultáneamente por otro excéntrico naturalista británico llamado Wallance. Pero lo más sorprendente, y esto ha sido mi segundo gran descubrimiento en la exposición, es que 50 años antes, un militar oscense llamado Félix de Azara (Barbuñales, 18 de mayo de 1746) publicó un libro titulado “Viajes por la América Meridional” en el que ya formulaba algo parecido a lo que Darwin y Wallace dieron más tarde a conocer al mundo.

Azara, teniente coronel de ingenieros, recibe en 1781 la orden de desplazarse a Brasil para fijar conjuntamente con los comisarios portugueses, y con arreglo al Tratado de paz de El Pardo (1778), la línea de demarcación de las posesiones respectivas de ambos países.

Los ingenieros españoles integrantes de la Comisión terminaron con diligencia las operaciones de que estaban encargados, pero como los portugueses, para la ejecución estricta del Tratado, se veían obligados a abandonar parte del territorio que controlaban, procuraron diferir cuanto les fue posible la terminación de sus operaciones a fin de eludir el cumplimiento de su compromiso. En esto se vieron amparados por la negligencia o connivencia culpable de algunas autoridades españolas. El mismo D. Félix de Azara relata en su obra: “”… se me ordenó marchar lo más pronto posible a la Asunción, capital del Paraguay, a fin de hacer los preparativos necesarios y esperar a los comisionados portugueses… como yo comenzaba a estar al tanto de su manejo (se refiere al virrey español) y veía que en lugar de trabajar para la fijación de los límites no quería más que prolongar dicha operación hasta el infinito, por sus dilatorias, consultas a la corte y pretextos fútiles y ridículos para impedir la ejecución, pensé sacar el mejor partido posible del largo tiempo que me iban a proporcionar estos retardos.””

Así, Azara, durante los casi trece años que duró el “si pero no”, decidió no perder el tiempo y emprendió, a su costa, un gran número de largos viajes por todas partes de la provincia del Paraguay y de la Patagonia, realizando una enorme cantidad de levantamientos cartográficos y observaciones sobre la flora y la fauna de la zona. Más tarde, al ser nombrado jefe de la frontera este (con el Brasil), continuó sus exploraciones también en ese área.

De sus trabajos cartográficos, que quedaron propiedad de la corona, he podido leer alabanzas por parte de las autoridades de países iberoamericanos, habiendo siendo editados sus cartas y mapas incluso en el propio siglo XX. Como ejemplo, señalar que en 1904 R. R. Schuller publica la Geografía física y esférica del Paraguay, cuyo manuscrito original, por supuesto de Azara, se conserva en el Museo y Biblioteca de Montevideo.

Pero la obra que nos interesa, los cuadernos con sus observaciones de la naturaleza, se editó en Francia en 1805 (cuatro años antes del nacimiento de Darwin), pues como aun sucede en nuestra patria, el interés por los temas científicos era también entonces muy escaso. Así se lamenta Azara en carta dirigida a su editor-traductor francés M. Walckenaer: “”… no espero verla estimada en mi país, donde el gusto por las ciencias, y sobre todo por la Historia Natural, está absolutamente dado de lado…””

Entre las cuatrocientas cuarenta y ocho especies que describe Azara hay unas doscientas nuevas, de las que ningún naturalista ni ningún viajero habían hablado antes. Además incluye un gran número de especies de las que da descripciones mucho más exactas que las que entonces se disponían. En suma, se trata de la obra de un hombre meticuloso, tozudo, observador y disciplinado. No obstante, Azara conocía sus limitaciones y su falta de formación como naturalista. Por ello, su obra es fruto de una incansable y continuada autorevisión. A este respecto, su editor francés dice de él: “”no hay hombre más dulce, más modesto y más alejado del empaque científico, más pronto a dudar y más apresurado a retractarse cuando cree que se equivoca””.

Es casi seguro que Darwin, que cita reiteradamente en sus obras a Azara, llevaba consigo un ejemplar de “Viajes por la América Meridional” durante el viaje de maduración de su teoría, ya que gran parte del periplo del Beagle (el barco en el que viajaba el naturalista británico) se desarrolló por las mismas áreas en las que trabajó Azara.

Es una pena que, en este como en otros temas, personas cuyo trabajo bien hecho ha sido importante para el desarrollo de la ciencia y verdaderos precursores de conocimientos hoy indiscutibles, hayan sido borrados de la memoria histórica por el único delito de pertenecer a un pueblo que no sabe apreciar la excelencia de alguno de sus hijos.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Camino de Santiago (tramo Segovia - León)

Por si a alguien pudiera interesar, he puesto en limpio mis notas de las diez etapas del Camino que junto con un compañero de fatigas, realizamos el pasado mes de Abril. El propósito inicial era arrancar desde Cercedilla, pero la gran nevada que cayó los días anteriores al inicio de la marcha desaconsejaron el paso del puerto de Fuenfría en esas condiciones ya que hubiera sido necesario emplear material de montaña que constituiría un lastre inútil el resto del trayecto.Este camino, entronca en Sahagún con el popular camino francés.

1. Partimos de la Hípica del Eresma, donde hemos pernoctado. Los dueños nos facilitan refugio, si bien nos indican que hace ya un par de años que el antiguo albergue ha sido sustituido por un bar y que a pesar de que así lo han informado a la asociación de los Caminos de Santiago, siguen apareciendo peregrinos que solicitan refugio. Nos acomodamos como podemos en los sofás del bar.
El primer tramo de unos dos kilómetros por carretera, nos lleva a Segovia, siguiendo la nueva canalización de traída de aguas paralela a la romana que terminaba en el acueducto. Atravesamos la ciudad, pasando en las proximidades del Alcázar y cruzando el Eresma alcanzamos, cerca de la Fuencisla, la carretera de salida de la ciudad hacia Zamarramala.

2. Segovia - Zamarramala- 3.1 Km
Este primer tramo es corto. El primer trecho es un descenso de la colina sobre la que se levanta la ciudad, sigue después un tramo de carretera que nos conduce en subida y casi en línea recta hasta Zamarramala.

3. Zamarramala - Valseca- 5.4 Km
Algo más largo que el anterior, este trecho discurre por pistas de tierra. Es prácticamente llano y recto.

4. Valseca - Los Huertos- 4.0 Km
Parecido al anterior pero con algún desnivel algo más acentuado, también discurre por rodadas de tierra. El pueblo no aparece hasta que lo tenemos a nuestros pies. Se accede al mismo por su solitaria iglesia parroquial, tras un suave descenso.

5. Los Huertos - Añe- 8.9 Km
En Añe, nos encontramos un albergue destartalado (las antiguas escuelas del pueblo). Las llaves no aparecen. No hay calefacción y al principio, tampoco luz eléctrica. El único bar (teleclub), permanece cerrado ya que sus dueños viven en Segovia. Una vecina nos vende una barra de pan congelado, con la que improvisamos un bocadillo. La iglesia y el ayuntamiento están cerrados, por lo que tampoco podemos sellar la cartilla.

6. Añe - Pinilla- 5.8 Km
De Añe se sale por un andadero cementado que desemboca en la carretera de Armuña, la cual se toma a la derecha y tras pasar el río Moros se toma un ramal a la izquierda que se dirige directamente a Pinilla - Ambroz.

7. Pinilla - Santa María la Real de Nieva- 5.0 Km
Pinilla es una diminuta aldea en la que, probablemente, su Iglesia Parroquial destaca más que todo el pueblo. Y es precisamente desde muy cerca de la misma por donde sale el Camino de Santiago. Ya cerca de Santa María la Real de Nieva cruzamos por primera vez la vía del AVE (a lo largo de la ruta nos vamos a topar varias veces con esta infraestructura).

8. Santa María la Real de Nieva - Nieva- 2.2 Km
Por fortuna la iglesia está abierta y podemos contemplarla por dentro, sellar la cartilla, aprovisionarnos en una tienda y tomar un refrigerio.
Un ligero descenso a la salida de Santa María la Real de Nieva, nos introduce en el llano y por un camino de tierra paralelo a la calzada, se llega hasta la población de Nieva, localidad que se divisa desde el mismo inicio de este tramo.

9. Nieva - Nava de la Asunción- 10.1 Km
De Nieva se sale por la carretera de Nava, pero muy pronto, justo antes de cruzar el arroyo Balisa, se toma un ramal a la derecha que se dirige a unos pinares. Más tarde, el camino se encuentra con la línea del ferrocarril, que toma como referencia y paralelamente a la misma, nos conduce hasta Nava de la Asunción. El perfil es completamente llano, la ruta está bien señalizada y no ofrece ninguna dificultad. Solo hay que destacar el aguacero que nos alcanza en las proximidades de la ciudad y que hace que la mitad del grupo pierda la senda señalizada.

10. Nava de la Asunción - Coca- 10.2 Km
En este recorrido, tomamos inicialmente la carretera porque pensamos que resulta más corta, aunque pronto nos salimos a la derecha yendo a topar con la infraestructura del AVE, teniendo que volver de nuevo a la carretera, cruzándola y tomando un camino a la izquierda. Llegados finalmente a Coca, pernoctamos en un albergue de dos plantas que cuenta con tres habitaciones, parece que se trata de la antigua casa de los maestros.

11. Coca - Alcazarén- 23,4 Km
Desde la salida se toma el conocido "Camino Real", que une las poblaciones de Coca y Alcazarén directamente. No es preciso cruzar el río. Todo el trayecto es por la margen derecha del mismo, de forma que siempre va a la izquierda del caminante, con semejante referencia es imposible perderse. Progresamos siempre en dirección Norte. La mitad del recorrido es entre pinos y la otra entre campos de cultivo, donde la vista se pierde en el llano horizonte. Después de un corto tramo por carretera (CL-602), salimos por la izquierda al encontrarnos con el río Eresma, que cruzamos por el puente antiguo y seguimos durante un trecho por su margen derecha. Allí nos pilla un fuerte chaparrón, justo al dejar la compañía del río, que se desvía a la izquierda mientras que nosotros seguimos recto hacia Alcazarén. Desde la referida carretera hasta el final de la etapa hay seis kilómetros u hora y media de camino, que es lo mismo. En Alcazarén dormimos en la Casa del Cura, lugar bastante destartalado, tal vez un poco siniestro, por el estado de abandono en que se encuentra, debido a que según nos informan está a punto de inaugurarse un albergue completamente nuevo.

12. Alcazarén - Valdestillas- 15.8 Km
Este tramo es el recorrido más largo de la jornada, tres largas horas tienen la culpa. Es casi llano y en su mayor parte discurre entre pinares. Está bien señalizado y no es fácil perderse, ya que las referencias son inequívocas. A pesar de que el peregrino no encontrará el menor servicio hasta Valdestillas, el trecho no se hace pesado ni monótono. En esta población un nuevo aguacero nos recibe a las puertas del pueblo y, un poco más allá, cerca de la estación el asador Teodoro, nos acoge con un más que decente plato del día y, de regalo, una tortilla ente pan y pan, que nos servirá de cena cuando leguemos a Puente Duero.

13. Valdestillas - Puente Duero- 8.9 Km
Tras superar las vías del tren por el paso subterráneo, la ruta se desvía hacia la derecha para tomar andaderos, cuya traza va siempre paralela a la calzada.
Las sendas, un tanto desdibujadas, ocasionalmente hay que intuirlas o adivinarlas, pero no ofrecen demasiadas dudas, ya que siempre van pegadas a la carretera, que en línea recta conduce hasta Puente Duero.
Este tramo también es llano pero siendo casi la mitad más corto que el anterior, se hace largo y pesado. A la mitad, una granizada nos despierta de la monotonía del camino. Al llegar a Puente Duero conocemos a Arturo, su albergue y su asociación (Ajava = Asociación Jacobea Vallisoletana). El albergue es una antigua casa prefabricada propiedad del ayuntamiento, antaño habitada por gitanos, que Arturo se ha encargado de rehabilitar con evidente dedicación y buen gusto. Este hombre, antiguo trabajador de FASA habla con fervor de su asociación, luchando contra viento y marea (a veces incluso “contra Madrid”) por potenciar y mantener el camino a su paso por la provincia de Valladolid. A medida que hemos ido atravesando “su territorio” nos lo hemos imaginado, en persona, pintando flechas amarillas por doquier. En fin, nos llevamos un agradable recuerdo de Arturo y su causa.

14.Puente Duero - Simancas- 5.9 Km
Es de destacar el paso por el puente sobre el gran río castellano y, posteriormente, por el no menos impresionante viaducto sobre el Pisuerga, para alcanzar la histórica villa de Simancas. Este tramo quedará grabado, de un modo imborrable, en nuestra memoria no solo por el paisaje sino también por el castillo y la magnífica iglesia románica que tuvimos oportunidad de visitar acompañados por una empleada de la oficina de turismo de la localidad.

15. Simancas - Ciguñuela- 6.2 Km
Este tramo, cuyo inicio situamos al mismo pie de la fortaleza de Simancas, discurre en casi su totalidad por un amplio camino carretero de concentración. El perfil es un suave descenso en línea recta hasta una fuente, que hace de punto de inflexión para iniciar un prolongado y no muy fuerte ascenso hacia Ciguñuela.

16. Ciguñuela - Wamba- 7.3Km
Ciguñuela se abandona por la parte más occidental de su núcleo urbano y en ascenso hacia a una nueva meseta. Nos sorprende a la salida del pueblo un descomunal frontón que para sí quisieran muchas localidades navarras o vascongadas. Nos llama la atención que en un pueblo como este carente de población juvenil, alguien haya tenido la feliz idea de construir esa faraónica instalación deportiva. A partir de este punto, un amplio camino pedregoso, que se pierde en la lejanía de la llanura, es el que nos conducirá a Wamba.
Después de recorrer varios kilómetros, la señal nos obliga a dar un giro de 90º a la derecha y tomar un camino que desemboca en la carretera VA-514, la cual se coge a la izquierda y no se abandona hasta el final de este tramo. Wamba es una simpática localidad a la que se accede tras un agradable descenso por la señalada carretera. Tiene un horno de panadería y un bar donde podemos reponer fuerzas.

17. Wamba - Peñaflor de Hornija- 7.0 Km
La preciosa Iglesia de Wamba, que no hemos podido ver más que por su exterior, queda a nuestra derecha al tomar la carretera VP-5501 de Peñaflor de Hornija, pero a unos 100 metros una pequeña ermita nos indica que debemos tomar el camino de la izquierda. Un corto pero fuerte repecho nos eleva hasta la planicie de la meseta que precede a Peñaflor. El largo y cansino camino de herradura, que cruza la señalada llanura, nos va aproximando al núcleo de población que se dibuja en el horizonte. Pero dos considerables vaguadas son la sorpresa que debemos superar antes de pisar las calles del pueblo. El albergue es un cuartucho con un retrete, un lavabo y dos camas en la antigua biblioteca del ayuntamiento, hoy vacía de libros pero con diminutas sillas y pupitres de colegiales de antaño. En la pared, dos mapas de España: geográfico y político de finales de los años cincuenta, completan el mobiliario. La llave nos la entrega personalmente la alcaldesa.

18. Peñaflor de Hornija - Castromonte- 9.3 Km
Despedimos Peñaflor, templando las piernas en empinado descenso por la ladera norte del espolón. Un cruce de carreteras y enseguida un recto camino de monte a la derecha nos eleva hasta la altiplanicie. Tras recorrer unos kilómetros - siempre en línea recta - y superar una zona boscosa, divisaremos rápidamente en el horizonte la localidad de Castromonte, destacando en su perfil la esbelta torre de la iglesia parroquial.

19. Castromonte - Valverde de Campos- 7.6 Km
Este tramo obliga a tomar una decisión: o el suave descenso por el asfalto, o el rodeo por los mal señalizados caminos y cerros de la izquierda. Siempre huimos de las pesadas, peligrosas y monótonas carreteras, pero llegados a un cruce de caminos encontramos una confusa señalización sobre una rueda de tractor y otra flecha que señala la dirección contraria y que sospechamos que alguien ha podido mover. Tras un consulta al GPS y, por teléfono, a nuestro ángel protector (Arturo), nos decidimos por la carretera. En Valverde todo está cerrado: bar, club social, iglesia, así que decidimos continuar hacia Medina.

20. Valverde de Campos - Medina de Rioseco- 5.1 Km
Medina de Rioseco se encuentra a cinco kilómetros y es una línea recta, tanto si se va por carretera como si se sigue el trazado del antiguo ferrocarril que iba hasta Villalón de Campos. Al llegar a Medina, encontramos buena comida, hospitalidad (hospedería de las monjas clarisas), tiendas donde aprovisionarnos e incluso una original demostración de bandas de música que, sorprendentemente, compiten a trompetazo limpio en el interior de la iglesia de Santiago.

21. Medina de Rioseco – Tamariz de Campos- 12 Km
A la salida de Medina, seguimos el Canal de Castilla abandonándolo por la 7ª exclusa (a 7,5 Km de Medina) rumbo a Tamariz de Campos. Al llegar entramos en el pueblo por las ruinas de una iglesia románica, que según nos cuentan los vecinos, algunos han conocido aun en pié cuando eran pequeños. Una señora nos comenta que el retablo de la iglesia nueva y algunas de las tallas fueron enviadas a la catedral de Santander, donde permanecen. Según los vecinos, algunas de las piedras de la antigua iglesia, han sido reutilizadas en construcciones diversas realizadas en el pueblo.

22. Tamariz de Campos - Cuenca de Campos- 6 Km
Salimos por la carretera hacia la izquierda, avanzando hasta encontrar un camino a la derecha que nos lleva hacia Cuenca de Campos. Poco antes de llegar y a la vista del pueblo reponemos fuerzas. El albergue municipal es grande, limpio, moderno. Tiene capacidad para unas 35 personas, una cocina industrial, duchas, calefacción y hasta televisión. En el pueblo no hay tiendas, pero si dos bares, en uno de los cuales “Mesón la Cañada”, almorzamos. La dueña, Carmina, nos lee sus poesías y busca el diálogo con nosotros que venimos de fuera y podemos aportarle conversación y esas nuevas visones, que probablemente no encuentra en el rutinario mundo de las partidas de cartas de sus conciudadanos. Su agenda está repleta de los elogios de peregrinos que han tenido oportunidad de probar sus guisos. Como dato curioso, las partidas de cartas de la tarde son masculinas, pero por la noche sólo las mujeres, todas ellas de edad, llenan de órdagos el ambiente del mesón.

23. Cuenca de Campos - Villalón de Campos- 5.1 Km
De la misma traza que el anterior tramo, pero en este caso a la derecha de la carretera tomamos la pista del antiguo ferrocarril Valladolid-Medina, conocido como “tren burra” que fue desmontado en 1969. En el trayecto, nos encontramos con bancos, puentes de madera y algunos paneles explicativos de las aves del lugar. Llama la atención la limpieza que se aprecia en la zona, que contrasta positivamente con lo que hemos tenido que sufrir en etapas anteriores. Muy pronto las torres de las iglesias de Villalón y el propio silo de la localidad empiezan a dibujarse en el horizonte.

24. Villalón de Campos - Fontihoyuelo- 7.9 Km
Este tramo de casi ocho kilómetros, ligeramente ondulado, se inicia en la magnífica Plaza Mayor de Villalón de Campos, presidida por la majestuosa Iglesia de San Miguel y el incomparable Rollo de Justicia. No podemos dejar la ciudad sin probar el magnífico queso que lleva su nombre

25. Fontihoyuelo - Santervas de Campos- 6.9
Este trecho es parecido al anterior. Discurre por cañadas y prados con ligera ondulación. La vista se pierde entre los amplios campos de cereal. A la localidad de Santervas se accede tras cruzar un moderno acueducto y descender de un pequeño cerro hacia el valle que conforma el río Valderaduey, a cuya vera se encuentra la población. Este pueblo, que debe su nombre a una deformación del de San Gervasio, destaca por la iglesia parroquial, de estilo románico-mudéjar, en buen estado de conservación. Los vecinos se quejan de que la diócesis ha trasladado a otros lugares varias imágenes pero podemos ver un Cristo del que nos cuentan que fue encontrado con los pies quemados. El albergue es un magnífico caserón perfectamente acondicionado, con capacidad para unas 30 personas. Según nos indican era la casa de los “ricachos” del lugar y es hoy un centro social donde se reúnen los pocos habitantes del pueblo, juegan a las cartas, hacen karaoke, se conectan a internet, se cortan el pelo, etc. El pueblo carece de tiendas y, a falta de posibilidades de aprovisionamiento, somos obsequiados con algunas viandas.

26. Santervas de Campos - Arenillas de Valderaduey- 7.4 Km
Salimos de Santervas por la carretera que va a Melgar de Arriba, aunque a unos tres kilómetros aproximadamente la abandonamos para tomar una pista de tierra que sale a la derecha y nos conduce en línea recta hasta la localidad de Arenillas de Valderaduey. El tramo es llano y no ofrece la menor dificultad.

27. Arenillas de Valderaduey - Grajal de Campos- 5.9 Km
A la salida del pueblo hay una iglesia románico-mudéjar con ábside de ladrillo que se encuentra en proceso de restauración. Justo al lado hay una fuente y unos lavaderos de finales de los 40. En este punto cruzamos el Valderaduey y encontramos una bifurcación. Si seguimos de frente, como hacemos, un camino recto nos lleva a Villacreces, pueblo abandonado en los años 70, cuyas casas de adobe, prácticamente derruidas en su totalidad dan al pueblo una apariencia siniestra. La otra alternativa desde Arenillas, que es algo más corta, consiste en seguir por el camino que discurre paralelo al Valderaduey y en línea recta hasta Grajal de Campos, pueblo que es nuestro objetivo para almorzar.

28. Grajal de Campos - Sahagún- 5.0 Km
Los cinco kilómetros que separan Grajal de Campos de Sahagún, nos sirven para hacer la digestión de la comida. La carretera es llana y recta como una vela. No hay otra alternativa para alcanzar el Camino Francés. La calzada no soporta mucho tráfico, pero hay que estar atentos y circular por la izquierda. Las primeras naves y edificaciones de Sahagún, enseguida se dibujan al fondo, y aunque vamos pisando asfalto, el tramo no se hace largo. Pernoctamos en el Albergue Municipal, grande y bien dotado. Por primera vez en todo el recorrido desde Segovia, tenemos que compartir instalaciones con unos 15 peregrinos más de diversas nacionalidades.

29. Sahagún- El Burgo Ranero - 18 Km
Salimos de Sahagún por el "Puente de Canto" sobre el río Cea. Situados ya al otro lado del río, hacemos un tramo por un camino paralelo y muy cercano a la carretera, alcanzando un punto en donde se debe decidir entre dos rutas: o bien continuar por el camino principal, en cuyo caso no debemos cruzar la autovía y seguir de frente por una pista larga y monótona, en la que la Junta de Castilla y León se ha encargado de plantar árboles a su margen izquierdo; o bien, pasar sobre la autopista y después de atravesar Calzada de Coto continuando por la antigua calzada romana (Vía Trajana) hacia Calzadilla de los Hermanillos. Ambas pistas se vuelven a juntar en Mansilla de las Mulas. Nos decidimos por la Vía Trajana, recorriendo por el camino que pasa por Calzada de Coto los alrededor de 10 Km hasta Calzadilla, pueblo en el que visitamos su albergue y atravesamos sin que ninguna de las tres personas con las que hablamos nos advierta de lo que más adelante tuvimos que enfrentar y que no es otra cosa que unas obras de canalización de aguas que han cortado el camino, obligándonos a retroceder hacia El Burgo Ranero. Este hecho nos causa gran contrariedad ya que hemos realizado un tramo de carretera de unos 5 km desde Calzadilla totalmente en balde. En efecto, cuando a la altura del cementerio de El Burgo, enlazamos con la otra alternativa, resulta que nos quedan aún 9 Km hasta Reliegos (si el camino no hubiera estado cortado había 12 desde Calzadilla a Reliegos).

30. Reliegos- Mansilla de las Mulas - 8 Km
En Reliegos reponemos líquido y comemos lo poco que puede obtenerse en el único bar que permanece abierto (pincho de tortilla y un tomate). Bajo un sol de justicia reemprendemos la marcha por el camino que continua paralelo y muy cerca de la carretera. Nuestro objetivo es Mansilla de las Mulas, ciudad que finalmente alcanzamos pasadas las 7 de la tarde. Habíamos empezado a andar alrededor de las 7,30 de la mañana y el descanso en Reliegos fue de alrededor de una hora.
Fuimos los últimos en llegar al albergue que estaba prácticamente lleno de peregrinos de todas las edades y nacionalidades: franceses, británicos, holandeses, tres ciclistas alicantinos, etc. Las instalaciones de cocina nos permitieron ver variados alardes culinarios por parte de los peregrinos: ensaladas, grandes perolas repletas de espaguetis, arroces de todos los tipos etc. Nosotros también nos vengamos de las penalidades del día con una paella de marisco y una buena ensalada cuyos compontes tuvimos la fortuna de poder comprar mientras las tiendas de comestibles casi echaban el cierre.

31. Mansilla de las Mulas – León- 20 Km
Salida de Mansilla por el antiguo puente de piedra, que se encuentra a cien metros del refugio, a continuación se toma una pista agrícola en el margen izquierdo para evitar la carretera, y sin dejarla, se llega a Villamoros. Este pueblo se cruza por la carretera en dirección al puente sobre el río Porma. Se pasa Puente de Villarente, Arcahueja y Valdefuentes, donde irremisiblemente se juntan camino y carretera, para iniciar un ligero ascenso al alto del Portillo. A León se accede a través del barrio de Puente Castro y el puente peatonal que cruza el río Torio. A partir de este punto unas magnificas señales de bronce en forma de vieira, clavadas en el suelo, nos conducirán hasta el mismo pie de la Catedral, cuya visita es obligada, así como el “barrio húmedo”, paraíso de morcillas, cecinas y quesos sin par.

Abril 2009

El ZPelele del gran Francisco de Goya

El ZPelele del gran Francisco de Goya