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Thyratrón de Argón

sábado, 20 de enero de 2007

Reflexión sobre los partidos políticos

Los partidos políticos son intrínsecamente antidemocráticos. Internamente, las listas electorales se elaboran a dedo por quien manda en ese momento, buscando no a los más capaces sino a los más dóciles. Hacia el exterior, las listas cerradas, representan un trágala para los votantes, obligados a votar a siglas en vez de a personas.

La práctica política de formulación de pactos postelectorales, algunos de ellos contranatura, muestra el poco respeto que a los partidos políticos les merece la voluntad popular expresada en las urnas. El voto del ciudadano, tan preciado antes de la elección queda, con el chalaneo y el pacto, totalmente distorsionado en función de una cuota en el reparto del poder.

Los partidos políticos mayoritarios carecen de ideología, o si la tienen, está constituida por un conjunto de “soluciones” intercambiables, válidas tanto para ejercer la política desde una posición denominada de derechas como desde una de izquierdas. Aunque se nos presenten como alternativas una de otra, el mismo materialismo ateo y hedonista, impregna las opciones políticas mayoritarias. Desde ambos bandos, se enaltece el centro, auténtico coladero de todo tipo de barbaridades, plataforma logística de la transigencia permanente y afirmación constante de la negación de la capacidad de entender la vida con una ideología propia.

La inexistente mística de los partidos políticos se justifica y se soporta en la defensa de unos intereses económicos o en la subversión aparente de esos mismos intereses económicos particulares o privilegios de clase. Ni una sola referencia a la integridad y dignidad del ser humano o a valores transcendentes al puro materialismo imperante por doquier. La existencia del ser humano se ha quedado así reducida a un inmenso y tibio establo de engorde y placer permanente, en el que todo es lícito, menos cuestionarse el sentido de la propia existencia y de la organización social.

Los partidos políticos solo viven el corto plazo (la legislatura actual o, como mucho, el inicio de la próxima), por eso no tienen ningún reparo en hipotecar valores permanentes como la Patria. En esta permanente huída hacia adelante, el entramado de popa de todos los partidos parece llevar inscrito el lema “El que venga detrás que arree”.

Los partidos políticos se sostienen con subvenciones estatales, es decir, con el dinero de todos, incluyendo el de los que no creemos en su necesidad ni en su aportación positiva al desarrollo social. Las cuotas de los militantes son prácticamente inexistentes y dejan paso a otros mecanismos de financiación “estandarizados” como la corrupción urbanística, de la que tan abundantes muestras encontramos por doquier.

Al calor del poder y del dinero fácil que tan generosamente otorga la participación en la política, no puede resistirse el político profesional, que defiende lo que le echen con tal de que no le echen. Así nos encontramos en la cúspide de los partidos con gentes sin formación, estudios, ni preparación, que no durarían ni un día de botones en una empresa privada y que no han hecho otra cosa en su vida que vivir de la política, porque no saben, ni están capacitado para hacer otra cosa. Estas gentes, pueden llegar a ser Secretario General de un partido, Ministro de Industria (sin haber visto una fábrica en su vida) o Presidente de una Comunidad Autónoma, sin aportar más méritos que su incondicionalidad hacia quien les nombra.

El ZPelele del gran Francisco de Goya

El ZPelele del gran Francisco de Goya