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Es más: agradezco tu opinión, siempre que la formules con el debido respeto. Aunque discrepes de mis ideas, sé que te preocupan los mismos problemas que me preocupan mí. Esos problemas que acechan a España y a los que entre todos hemos de encontrar solución, si queremos evitar que el barco se hunda.

Thyratrón de Argón

martes, 20 de enero de 2009

El discreto desencanto de la burguesía

Poco a poco, va calando en nuestra sociedad una sensación de frustración. Tal como hace unas semanas el periódico británico The Times dijo en un titular: “España: La fiesta se acaba” (6 de Diciembre de 2008).

Y parece ser verdad. El modelo español de desarrollo económico: ladrillo, turismo y consumo, está en crisis. Lo que hasta anteayer funcionaba hoy ya no lo hace y el cambio de la situación nos coge, como siempre, desprevenidos. Lo llevamos en los genes. Planificar, prever el futuro y tratar de modificarlo si no nos conviene, no es algo que nos resulte familiar. La acción de prever es tan poco común para nuestra idiosincrasia, que hasta algunos de nuestros políticos dicen y escriben preveer, en su lugar.

Se percibe, en prácticamente todos los ámbitos, una sensación de desencanto. Y no es para menos. Mientras el paro crece día a día, las variables económicas han sufrido un giro de 180 grados. De superávit en las cuentas públicas a déficit; del crecimiento sostenido del PIB a recesión; los ahorros de los españoles esfumándose, las viviendas construidas no se venden, los coches no se venden, las fábricas reducen la producción, el pequeño comercio cierra, las grandes empresas hacen expedientes de regulación de empleo…

El Gobierno enloquece y comienza a regalar dinero a diestro y siniestro, sin una idea clara de hacia dónde nos llevan sus planes -si es que en realidad los tiene- y sin establecer ninguna condición sobre en qué ha de emplearse el dinero de todos que tan alegremente distribuye. Los Presupuestos Generales del Estado quedan obsoletos desde el mismo momento de su aprobación. Nadie sabe cuál va a ser el nivel de endeudamiento del Estado español en 2009; nadie sabe cuándo amainará la crisis; nadie sabe nada…

Todo el mundo se agita, todo el mundo opina… Falta una voz, alta y clara que ponga orden en este estado de cosas y haga remar a toda la tripulación en el mismo sentido y al mismo tiempo. ¿Estará esa voz en la denominada oposición? No voy a contestar, porque lo creo innecesario. La oposición bastante tiene en dejar de apuñalarse los unos a los otros. No, la solución no puede venir del mismo sistema que ha creado la mayor parte de los problemas que nos aquejan. La solución tiene que surgir de la propia sociedad, de lo que viene llamándose la sociedad civil (¡vaya nombre!).

Bien, la crisis ya está aquí y ahora solo queda lamentarse. ¿Sólo? Yo creo que el futuro no es tan malo. Se trata simplemente de cambiar de modelo económico y social. Otra cosa es que haya voluntad y/o capacidad de hacerlo. Aquí como para el perdón de los pecados son necesarios el reconocimiento de la culpa, el arrepentimiento y la promesa firme de no volver a caer. ¿Estoy pidiendo un milagro? Creo que sí, pero a pesar de todo insisto en que es posible.

La presentación de la crisis ha sido fulminante, realmente violenta. La salida no va a ser tan inmediata. Sin embargo, es muy importante comprender que de lo que hagamos ahora y de cómo lo hagamos dependerá si salimos como unos parias o como una potencia de primer orden. Nadie nos va a ayudar porque todos tienen problemas al mismo tiempo. Así que la salida hemos de buscarla con nuestro esfuerzo. Trabajando duro y desde los cimientos. No pretende esta meditación constituir un programa detallado de actuación, pero no puedo resistirme a enunciar las acciones -todas ellas con un objetivo de largo plazo- que, por evidentes, corresponde tener en consideración.

a) Educación. Imprescindible para abordar un futuro prometedor. Hay que cambiar muchas cosas en este ámbito. Desde el punto de vista de la educación en valores, es necesario resucitar e inculcar a nuestros estudiantes las ideas-fuerza capaces de servir de palanca en el proceso de transformación de la sociedad. Esfuerzo, respeto a ellos mismos y hacia el resto de los hombres y la naturaleza, capacidad de innovación, etc. Desde la faceta puramente utilitarista de la educación, lo prioritario es la adecuación de la formación a las necesidades reales de la sociedad. El sistema educativo debe realimentarse constantemente para satisfacer las necesidades que a diario surgen en el mundo laboral. Ni la enseñanza media ni la universitaria deben ser fábricas de parados.

b) Transformación política. Se hace urgente racionalizar el modelo político actual suprimiendo o aligerando los gobiernos autonómicos y sus capacidades normativas y parlamentarias. La realidad es que, siendo un país pobre en recursos, España no puede permitirse el lujo de sostener una estructura política tan aberrante y reiterativa como la actual. Es imprescindible establecer un calendario para la retracción de competencias clave como la educación, la administración de justicia, policía, sanidad, etc.

c) Mejora del modelo de relaciones laborales con la vista puesta en la consecución del nivel de productividad que corresponde a la ubicación de la economía española en el espacio económico europeo y en un mercado global competitivo. Paralelamente, es necesario definir y propiciar nuevas formas de empresa en la que los trabajadores se sientan más vinculados al éxito de la misma, a través de su participación en la propiedad de los medios de producción.

d) Planificación energética a largo plazo. Por supuesto potenciando las energías que no impliquen dependencia estratégica de terceros. En particular resulta insólito que disponiendo de empresas españolas punteras en el campo de la energía nuclear, capaces de construir centrales de ese tipo en cualquier lugar del mundo, España haya renunciado disponer de energía barata, prácticamente inagotable, no contaminante y, lo que es más importante, independiente de suministros exteriores.

e) Planificación y desarrollo de infraestructuras “pesadas”, singularmente los ferrocarriles, puertos marítimos, trasvases de agua, sistemas avanzados de regadío, embalses, redes de telecomunicación, etc. Tanto los planes energéticos como los de desarrollo de infraestructuras pesadas, deben contemplar un horizonte mínimo de 30-40 años, de forma que, aunque su ejecución sea lógicamente revisable en periodos cortos (3/5 años) resulten estables en sus objetivos básicos, ya que su viabilidad no puede estar expuesta a los avatares de las políticas cambiantes de cada momento y requieren de un compromiso de estabilidad entre las fuerzas políticas.

f) Mercado interior único. La organización actual del estado de las autonomías ha fragmentado el mercado español haciéndolo inexistente en la práctica. Un fabricante de Madrid (por ejemplo) tiene, para el mismo producto, que caracterizarlo de acuerdo a las diferentes normativas existentes en las 17 comunidades autónomas, lo que de hecho significa un coste extra y una barrera de entrada en los mercados locales. Este problema viene agravado, además, por la casi imposible movilidad geográfica de los trabajadores hacia aquellas regiones en las que el idioma representa un hecho diferencial discriminatorio.

g) Además, es necesario fomentar la ejemplaridad en el desarrollo de la función política y administrativa, lo que lleva aparejadas limitaciones económicas por ley en el gasto de la administración, en los emolumentos de los políticos, la eliminación de las subvenciones a los partidos, sindicatos, asociaciones, etc. Se trata de que el administrado perciba que sus políticos son solidarios con la situación general de limitaciones y no escatiman en el esfuerzo.
Los planteamientos esbozados no son recetas mágicas para salir de la crisis de forma inminente, ni creo que nadie pueda hoy prometer nada que no implique sobriedad, esfuerzo y trabajo duro. Es más, si nuestros políticos nos aseguran, como vienen haciendo, que “todo se arreglará”, es mejor que los botemos cuanto antes (si, con b).

Está claro que lo que hay que hacer choca frontalmente con las políticas cortoplacistas de los partidos, empeñados en una lucha -que cada vez interesa a menos gente- centrada en conquistar y/o defender su permanencia en el poder. La actual coyuntura, por lo que tiene de grave deterioro del estado del bienestar, resulta propicia al desencanto y a la meditación, a la búsqueda, en definitiva, de nuevos modelos que sustituyan a los vigentes, percibidos por la población como cada vez más inviables.

A corto plazo y sin dejar de tener la vista puesta en los grandes temas esbozados, es imprescindible reconducir la oferta turística mediante la potenciación de sus sectores cultural y de interior, amparados ambos en nuestro enorme patrimonio artístico y cultural y nuestro soberbio medio natural. El objetivo en este ámbito debe ser la reactivación económica de nuestros pueblos y ciudades, contribuyendo al arraigo de su población.

Por lo que respecta al sector primario de la economía, básicamente la agricultura, la pesca y la industria de transformación, porque la minería prácticamente no existe en España (incluido el petróleo) y la industria pesada (con algunas excepciones) ya hace mucho que fue casi desmontada, son los sectores a reactivar para que vuelvan a tener algún protagonismo en la vida económica española. Paralelamente, puede y debe fomentarse la creación de tecnología propia (exportable) para la industria de transformación, así como las tecnologías de la información, el desarrollo de software y las telecomunicaciones.

En resumen, crisis significa oportunidad. Significa cruce de caminos. Punto en el que hay que pararse y reflexionar entre seguir el camino que sabemos nos lleva a un abismo cierto, o aquel otro, cuesta arriba, más duro, tal vez incierto porque está por hacer, pero que sospechamos nos remonta hacia nuevos horizontes. ¡Bienvenidos los tiempos difíciles! El progreso humano, tanto individual como colectivo está plagado de crisis superadas con éxito. La sociedad necesita también de estos tiempos difíciles, para depurar los modelos económicos y sociales obsoletos y sustituirlos por otros más justos, más racionales, basados en valores como el respeto al hombre, el esfuerzo, la solidaridad, el trabajo, la sobriedad, la protección de la naturaleza …

El ZPelele del gran Francisco de Goya

El ZPelele del gran Francisco de Goya