CAMINO DE LEÓN A SANTIAGO DE COMPOSTELA. LUGARES DE PERNOCTA
Esta segunda parte del Camino de Madrid, la he realizado solo, comenzando el 24/3/2010 (miércoles) y acabando el 5/4/2010. A continuación recojo mis memorias, estructuradas por lugares de pernocta
Hospital de Órbigo
Caserón antiguo rehabilitado por una pareja de peregrinos alemanes. Hospitaleros: El portugués y José Luis. 5 € + 3€ por la cena comunitaria (lentejas+pan +vino) y el desayuno.
El hospitalero español (José Luis, creo) era un antiguo conductor de ALSA que sufrió un ictus en el desarrollo de su trabajo, con el autobús lleno de gente, perdiendo el conocimiento al volante sin que hubiese un solo herido. Actualmente está con una incapacidad laboral del 60%.
El otro, el portugués, cuyo nombre no recuerdo era un joven de unos treinta años al que en su momento se le diagnosticó un cáncer (creo que de pulmón) del que ahora se encontraba repuesto. Ambos eran voluntarios y atendían el albergue por un periodo de 15 días
El Ganso
Albergue privado (creo que 8 €). El hospitalero abandona el albergue. Conocí a los canadienses (Mikel y Arthur). El bar del pueblo, “el cowboy” estaba cerrado y no existía tampoco ninguna tienda dónde poder comprar algo de cena. Mikel improvisó un arroz basmatí con almendras y orejones desecados y picados y un poco del aceite de oliva que yo llevaba. Me llamó la atención la meticulosidad con la que midió la cantidad (dos cucharadas), como si estuviese siguiendo el guión de una receta bien conocida. Por mi parte, yo aporté un poco de morcón de la sierra de Aracena y queso “La flor de Esgueva”. Al final no cenamos mal.
Riego de Ambrós
Albergue municipal. No estaba mal. Habitaciones de cuatro camas con puertas correderas. Conocí a los dos de Valmaseda que iban acompañados por Pedro el de Madrid. Cuando llegué al albergue, hacia las cinco de la tarde, uno de ellos (creo que Antonio), estaba en pleno concierto de ronquidos, para mayor regocijo de los otros dos (ambos de nombre Pedro). En el ambiente un denso y prometedor olor a patatas con chorizo que, entre los Pedros y el concertista, estaban cocinando a fuego lento.
Dos alemanes de mediana edad que llegaron justo al mismo tiempo que yo, y que no hablaban una palabra de español, completaban la nómina de los alojados en el albergue.
De paseo por el pueblo, pude contemplar la iglesia por fuera y por dentro, así como charlar con el dueño del único bar de la localidad que después comprobé que también era el encargado de cerrar el albergue a última hora de la noche.
Aunque había comido en su momento (y muy bien, por cierto) al pasar por Acebo, no pude resistir la invitación a patatas con chorizo y, así, entre los cuatro dimos buena cuenta del perol que durante horas había hervido a fuego lento en la cocina. Los alemanes, bien sea por desconocimiento del idioma, bien porque no consideraron conveniente participar en tan bárbaro ritual, no osaron siquiera acercarse.
En fin, llegó la noche y con ella pude comprobar que no sólo era Antonio quien amenizaba la función sino que sus otros dos compañeros acompañaban rítmicamente con gran entusiasmo en diferentes octavas.
Cacabelos
Aquí, he de confesarlo, me agarré un tremendo cabreo al comprobar que el albergue de peregrinos situado una vez cruzado el pueblo se encontraba cerrado por obras. Sólo queda desandar los pasos, ya con los pies doloridos, para encontrase con otra sorpresa al llegar al ayuntamiento y comprobar que también estaba en obras y cerrado. En la puerta un cartel con un número de teléfono fijo (no lo coge nadie) y otro móvil (apagado o fuera de cobertura). Hablo con unos vejetes que están en la misma plaza del ayuntamiento. Decidimos que hay que acabar con los políticos que no sirven para nada y que sólo se preocupan de su propio enriquecimiento personal.
Dejé a mis eventuales amigos concretando los detalles de cómo preparar el golpe de ayuntamiento y me encaminé a la Pensión galaica en la que por 25 € del ala (desayuno incluido) pude descansar muy bien en una habitación limpia y cómoda.
La Portela de Valcarce
Albergue municipal en las antiguas escuelas del pueblo. Creo recordar que costaba 5 €. La hospitalera puede decirse que excepcional (María).Preocupada en todo momento por la comodidad de los peregrinos que, como yo mismo, íbamos llegando completamente calados. Se agradece que después de haber estado luchando contra los elementos: el agua, el frío, la cuesta arriba y la ventisca, encuentres un lugar dónde te den unos creps recién hechos, una ducha caliente, un radiador donde poner a secar tu ropa y alguien se preocupe de meterte papel de periódico en las botas para que al día siguiente te las encuentres secas.
Aquí conocí a dos ciclistas, cuyos nombres ahora no recuerdo. Uno de ellos, de Madrid, se encontraba actualmente en el paro y estaba intentando crear una empresa de asesoramiento comercial para pequeños negocios. Se sentía capacitado para lograr un negocio que prosperase en poco tiempo. Pensaba que le bastaba una infraestructura de empresa virtual, con una secretaria y una sede física compartida. Lo demás era su propio trabajo y sus ganas de salir adelante. A este ciclista, por razones obvias, ya no le volví a ver. Calculo que en dos o tres etapas a lo sumo llegaría a Santiago.
El segundo ciclista tenía 23 años, había roto una cubierta de la bici y ahora caminaba mientras alguien le había subido en coche la bicicleta hasta Cebreiro para su reparación. La historia de este muchacho onubense era la de tantos jóvenes de su edad. Trabajaba en una fábrica de productos químicos en el Polo Industrial de Huelva. La crisis y la competencia habían hecho que la empresa fuera mal ya hace un par de años, por lo que sus antiguos dueños decidieron deshacerse de ella. En esto, apareció un “empresario” francés que atraído por las subvenciones ofrecidas por la Junta de Andalucía, se comprometió a reflotar la empresa. Naturalmente el francés cobró todas las ayudas y desapareció, dejando la industria en la quiebra y sus empleados, entre los que se encontraba el ciclista y su propio padre, en el paro. Mi amigo estaba haciendo la peregrinación para pedirle al santo que intercediera por su empresa.
Al día siguiente arranqué mi marcha antes que el ciclista de Huelva pero volví a coincidir con él, en medio de la nevada, en los últimos repechos de la subida a O Cebreiro. Allí ante un caldo gallego hirviente y una ración de empanada, nos deseamos suerte mutuamente. Menos de 24 horas después, ya montado en su cabalgadura y bajando a toda velocidad por la carretera, escuché fugazmente su saludo. Espero que el Santo le preste su ayuda.
Las instalaciones del albergue decentes aunque sin pasarse
Hospital de la Condesa
Albergue de la Xunta 5€. Se trata de un albergue recién rehabilitado, con unas magníficas instalaciones pero, como todos los de la Xunta, aunque tiene unas estupendas placas de vitrocerámica para cocinar, carece del menaje necesario para poder utilizarlas. A una hora bastante tardía y huyendo de la copiosa nevada que en ese momento caía, aparecieron tres peregrinos a los que la hospitalera (sin duda una funcionaria) quería echar por estar el albergue lleno. Se produjo una reacción popular de cierta tensión pues los recién llegados decían que para echarles tenía que venir la Guardia Civil y que no les importaba dormir en el suelo. La funcionaria aducía siniestros razonamientos sobre la cobertura del seguro de vida y accidentes, limitado al número de personas máximo alojable en el albergue. En fin, una vez más, la razón en lucha contra la burocracia.
Al no haber tienda en el pueblo donde poder abastecerse, prácticamente todos los albergados cenaron en el bar de enfrente del albergue. Las malas lenguas comentaban que esa era la razón principal para la falta de cazos, perolas o sartenes en el renovado refugio.
Cador
Otro albergue de la De la Xunta 5€. Bien aunque algo más desgastado que el anterior. La filosofía de la hospitalera es exactamente la misma que en Hospital de la Condesa. Se trata de una funcionaria que considera poco valorado su trabajo. ¿En qué lo noto? En “pequeños detalles”: la lavadora y la secadora funcionan con monedas pero la funcionaria no tiene cambio. Si quieres cambiar, tienes que ir a un bar que está a 500 metros y pedir el favor. Puede ser que en el bar tengas que consumir para que miren si tienen cambio en la caja. Otro detalle: este albergue está a 4 km de Sarria y la funcionaria está muy indignada porque la Guardia Civil le pide las fichas de los albergados obligándole, primero a rellenarlas y, sobre todo, a tener que hacer 8 km en coche para entregarlas. En fin, se percibe una notable diferencia entre los voluntarios que hacen de responsables de los albergues, por amor al arte (o al Camino) y los que lo atienden con la cruz a cuestas.
A todo esto, el bar que está a 500 metros, es el único sitio donde se puede comer algo. Se trata de un bar atendido por una viuda y su cuñada. Hace frío, todavía tengo la ropa empapada de la que me ha caído. Un caldo gallego y un plato combinado (filete más huevos fritos) me ayudan a recuperar la dignidad. El palo de 18 € que me cuesta la broma me vuelve a la realidad del Camino que no es otra que el triunfo del mercantilismo sobre cualquier otra razón de ser. El peregrino se convierte en una de esas vacas que al atardecer va arrastrando sus inmensas ubres pidiendo a gritos que la ordeñen. Y claro que lo hacen, sin ningún disimulo y, desde luego, sin anestesia.
Portomarín
Se trata de un Albergue privado gigantesco que cuesta 10 €. A partir de Sarria las cosas me parecen gigantescas y masificadas. Todo tiene su razón. Estamos al inicio de la Semana Santa. Hay que conseguir el Jubileo con el mínimo esfuerzo (hasta en esto, la sociedad capitalista ha configurado nuestro alma y nuestro entendimiento): te ganas el Cielo peregrinando desde 100 km antes de Santiago, es decir desde Sarria. A partir de ahora, mi espíritu flaquea: lo que no ha sido capaz de conseguir el frio, la nieve, el agua o el barro, puede que lo consiga el incesante devenir de las hordas que te adelantan en tropel entre gritos, salpicándote de barro, arrollándote con sus bicis o sus caballos… Por primera vez dudo si abandonar. No me gusta competir con la chusma y, preveo que a partir de ahora, la competición va a estar al cabo del Camino.
El albergue privado de Portomarín es toda una operación turística. Cientos de vociferantes “peregrinos” salen de los autobuses en manadas portando sus maletas para inundar con su presencia las casi doscientas camas que les aguardan. Todos ellos, vueltas las maletas al autobús, me adelantarán mañana por el Camino. Antes de dormir escucho como el guía que pastorea esta manada les explica que, por “razones técnicas”, la etapa de mañana será o bien de 3 km o bien de 13, a elección, porque el autobús no puede meterse por determinados sitios, así que, que cada uno elija. Hay protestas y murmullos por la mala organización que demuestra la agencia. Decido que tengo que huir de esta gente. A la mañana siguiente arranco a andar en plena oscuridad. Son las 7 y cuarto de la mañana, pero da igual, hay gente por todas partes. Los traen en todoterrenos, furgonetas (“coches de apoyo”, creo que los llaman) y los dejan en las orillas del Camino. Todos corren y te adelantan. Nadie te saluda ni te desea, como era normal en las etapas anteriores, “Buen Camino”.
Pero todavía las cosas pueden ser peores. Paseando por Portomarín veo que los peregrinos que no caben en los albergues son derivados hacia el polideportivo municipal. El espectáculo es, como se dice ahora, muy fuerte. Una cancha de cemento, llena de colchonetas y gente, gente por todas partes…
Palas de Rei
Me he jurado que a partir de ahora voy a procurar tener el mínimo contacto posible con las bestias. Por eso, al llegar a Palas de Rei, después de que durante horas todo el agua de los cielos se haya desplomado sobre mí, me busco un pensión donde estar a salvo de los desmanes de los ”otros peregrinos”. Paso la noche en la pensión Guitina (20€). Mal, muy mal. Hace un frío que pela, estoy empapado y no hay calefacción. La persona que me ha cobrado me dice que se lo dirá al dueño, que no puede tardar y que pondrá la calefacción. Me voy a comer al Hostal Vilariño, muy bien por cierto (9 €). Trato de prolongar lo más posible mi estancia en el Vilariño porque se está calentito y mi ropa se me va secando puesta.
Al regreso a la pensión, como era de esperar sigue sin haber calefacción, me vuelven a torear con que van a darla pronto. Bueno, me daré una ducha calentita y recuperaré la temperatura normal del cuerpo humano. ¡Quiá!, el agua de la ducha sale por todas partes menos por donde debe. La goma está totalmente rota, tanto que decido quitar el mango y ducharme directamente con la goma.
Me doy cuenta que estoy cansado, así que me acuesto pronto. El colchón es de aquellos de los años cuarenta. Probablemente de lana pues tiene un hoyo en el centro del que resulta prácticamente imposible salir una vez caes dentro. A pesar de todo creo que me he dormido. Sí, me he dormido porque me despierto asustado al escuchar gritos y portazos de los “otros peregrinos” que invaden las habitaciones contiguas. Mi primer impulso es tratar de huir pero, ¿por qué? Me cubro la cabeza con la almohada y así, cuando ya casi me estoy asfixiando, descubro que se han callado. Bueno, en realidad sólo ha sido una tregua. Un par de horas después otra nueva jarca invade la pensión entre gritos, risas y portazos.
A la mañana siguiente me levanto pronto y echo a andar aún de noche. He tomado una decisión heroica: caminaré por la carretera para ahorrarme no sólo el barro sino también el ataque de las hordas jacobeas.
Ribadiso de Abaixo
En el último tramo de la marcha me encuentro con los dos muchachos catalanes con los que coincidí en la subida de O Cebreiro. No es la primera vez, también coincidí con ellos en una pulpería de Melide dos días antes. El más comunicativo acomoda su paso al mío, mientras que el otro se desmarca y pronto se le pierde de vista. Por sus comentarios deduzco que está echando de menos las etapas anteriores de sosiego y tranquilidad y que, como me pasa también a mí, se siente avasallado por las turbas que desde hace días invaden el Camino. Nuestra conversación dura alrededor de una hora y en ella constato que, a pesar de ser un muchacho culto y educado, tiene problemas gramaticales en la utilización de algunos tiempos verbales. Pienso para mi que a este chico, al haberle obligado a estudiar en catalán, le han hecho una putada para toda su vida, o tal vez no. Tal vez viva feliz en su ignorancia y no se encuentre nunca con alguien que perciba sus deficiencias.
El albergue de Ribadiso de Abaixo es también de la Xunta y como en todos, al llegar te dan una funda de colchón y otra de almohada, ambas de papel, más un sobrecito de desinfectante en gel. La hospitalera está detrás de un mostrador, como corresponde a su estatus de funcionaria. Toma tus datos, te sella la credencial y te cobra 5 euros. A partir de ahí, allá te las arregles. Que si, que la máquina de lavar y secar usa monedas de dos euros, pero ella no tiene cambio. Tienes un bar cerca que te pueden cambiar. El albergue no está mal pero está claramente pensado para el verano. Por ejemplo, las duchas están muy separadas del edificio destinado a dormitorio, lo que te obliga a dar un paseo medio en pelotas bajo la lluvia.
Labacolla
La última marcha la alargué hasta los 31,5 km para poder quedarme en Labacolla, a tan solo 10 km de Santiago. Labacolla es un pueblecito cercano al aeropuerto de Santiago, que, en su núcleo urbano no tiene apenas de nada. El Hotel Garcas (30€ sin desayuno) no está muy bien pero la cena por 9 € era excelente.
Satiago
Ya de camino a la ciudad hay que recorrer grandes longitudes sin encontrar las flechas amarillas, lo que te hace sentir que puedes haberte perdido. Al final, en los cruces, siempre aparece la pintura amarilla que te indica que estás en el buen camino. En el monte do Gozo pueden verse las enormes infraestructuras de los diversos albergues de peregrinos. A partir de ahí una bajada te lleva a cruzar el río y ya estoy en Santiago. A partir de aquí, la entrada a la ciudad se convierte otra larga marcha urbana hasta el Obradoiro.
Llama la atención la cantidad de policía y guardias de seguridad situados incluso dentro de la Catedral. Parece como si se temiera algún atentado. He estado otras veces en Santiago y nunca he visto un despliegue semejante.
DISTANCIAS RECORRIDAS (*) | Km/día | Acumul |
Hospital de Órbigo | 6,50 | 6,50 |
El Ganso | 29,80 | 36,30 |
Riego de Ambrós | 27,00 | 63,30 |
Cacabelos | 28,10 | 91,40 |
La Portela de Valcarce | 20,80 | 112,20 |
Hospital de la Condesa | 22,80 | 135,00 |
Cador | 31,50 | 166,50 |
Portomarín | 25,50 | 192,00 |
Palas de Rei | 22,00 | 214,00 |
Ribadiso de Abaixo | 23,00 | 237,00 |
Labacolla | 31,50 | 268,50 |
Santiago de Compostela | 10,00 | 278,50 |
TOTAL | 278,50 | |
(*) Se ha partido de San Martín del Camino |
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