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Es más: agradezco tu opinión, siempre que la formules con el debido respeto. Aunque discrepes de mis ideas, sé que te preocupan los mismos problemas que me preocupan mí. Esos problemas que acechan a España y a los que entre todos hemos de encontrar solución, si queremos evitar que el barco se hunda.

Thyratrón de Argón

sábado, 17 de abril de 2010

Meditaciones del caminante. Castilla

Soy uno más de los miles de personas que este año jubilar de 2010 han terminado o terminarán de realizar el Camino de Santiago, con el abrazo final al santo.

A lo largo del denominado “Camino de Madrid”, que discurre a través de la otrora llamada Castilla la Vieja (Segovia - Valladolid) para enlazar en Sahagún con el “Camino Francés”, he tenido la oportunidad de conocer paisajes y, sobre todo personas (especialmente en la última parte del recorrido, entre Sarria y Santiago), sobre las que me resulta obligado dejar constancia. Recojo en este primer trabajo algunas de mis notas del tramo por tierras castellanas.

De la primera parte del Camino, una vez abandonada la Comunidad de Madrid por el puerto de la Fuenfría y ya dentro de las mencionadas provincias castellanas de Segovia y Valladolid, impresiona sobre todo la sobriedad de sus gentes. No es un tópico, el castellano es, como su tierra: seco, poco dado a las florituras. Destaca la falta de adornos tanto en el lenguaje de sus naturales como en las fachadas de sus casas. Esta sobriedad, este espíritu duro, capaz del aguantar el sufrimiento, ese que se palpa en la sequedad del paisaje, hace que el castellano se funda en una única cosa con su propio horizonte. Las casas de adobe, piden permiso al paisaje para pasar desapercibidas, no hay colorido en las fachadas ni geranios en los balcones.

Por todos estos pueblos he visto esas caras resecas, agrietadas, del color ocre de la propia tierra castellana, acentuando esta sensación la casi absoluta falta de niños, de sus gritos y de su inconsciente alegría. Porque este es otro de los dramas de estos pueblos: fueron pero no son. Sus pueblos, casi vacíos, están habitados principalmente por personas mayores, pensionistas, gentes económicamente no productivas, sin ganas ni oportunidad de iniciar proyectos de futuro. Por todas partes se respira el final del trayecto, tanto en lo personal como en lo económico. Muchas casas de fachadas blasonadas se ven en la absoluta decadencia que precede a su ruina final.

Mi primera pregunta es ¿ha sido siempre así? ¿Cómo ha llegado Castilla, en una etapa de la historia a ser la potencia dominadora del mundo? ¿Fue por el carácter de sus gentes, por la sabia dirección de sus dirigentes o por una conjunción de ambos factores? ¿Fue tal vez consecuencia lógica de disponer de un “software superior”, de un producto que no necesitaba márketing para venderse, un estilo de vida, una concepción del mundo destinada a triunfar? No es mi propósito responder a esas preguntas, entre otras cosas porque no me siento capacitado. Ahí las dejo como hitos que marquen la necesidad de mayor estudio.

De esa Castilla cuatro imágenes para mí sorprendentes: sus iglesias románicas y mudéjares, los inmensos pinares de Valladolid, el derrumbamiento del tópico de la planitud de Castilla y la, para mí, insospechada infraestructura del Canal de Castilla.

Empezando por éste último, el Canal de Castilla es uno de los proyectos más relevantes de ingeniería civil de la España de la Ilustración. Se trataba de habilitar una vía fluvial de transporte que solucionase el problema de sacar los excedentes agrarios de la región, cereales en su mayoría, hacia los puertos del Cantábrico. Al mismo tiempo, el Canal pretendía constituir una vía de comunicación capaz de paliar el secular aislamiento de la meseta castellana. Es decir que, desde postulados actuales, puede decirse que para la época, el Canal pretendía ser al mismo tiempo una autopista, un tren de alta velocidad y un grueso cable de fibras ópticas.

Aunque los antecedentes del proyecto se remontan a los siglos XVI y XVII, no fue hasta mediados del XVIII, en plena Ilustración, cuando el Marqués de la Ensenada propone a Fernando VI su construcción. Dos años más tarde, el ingeniero Antonio de Ulloa, presenta el “Proyecto General de los Canales de Navegación y Riego para los Reinos de Castilla y León”. Las obras de este grandioso proyecto dieron comienzo el 16 de julio de 1753, bajo la dirección del propio Antonio de Ulloa si bien se paralizaron un año más tarde cuando ya se habían construido alrededor de 25 Km. En 1759 las obras se reanudan en Alar del Rey (Ramal del Norte), terminándose 32 años después (en agosto de 1791), cuando las aguas del tramo Norte se unen al previamente construido Ramal de Campos en Calahorra de Ribas.

Con todo, del proyecto inicial sólo se construyó algo más de la mitad. Una vez más, se demuestra que los españoles somos capaces de realizar grandes esfuerzos y las más tremendas heroicidades siempre que éstas se nos exijan solo durante cortos periodos de tiempo. Hay algo, que probablemente se transmite con nuestros genes, que nos hace desfallecer en cuanto se requiere un esfuerzo continuado, constante, tal vez no tan heroico, pero si más duradero. Sea como sea, el proyecto inicial contemplaba 4 tramos o canales, capaces de unir Segovia con Reinosa, para atravesar después la cordillera Cantábrica y llegar al mar por el puerto de Santander.

Del tramo Norte, que pretendía unir Reinosa (Cantabria) con Calahorra de Ribas (Palencia), solo se construyó desde Alar del Rey hasta Calahorra de Ribas. El ramal Canal de Campos, desde Calahorra de Ribas (Palencia) hasta Medina de Rioseco (Valladolid), se construyó en su totalidad, al igual que el tramo Sur, desde el Canal de Campos hasta desembocar en el Río Pisuerga en Valladolid. Finalmente, el Canal de Segovia, que debería unir Segovia con Villanueva de Duero (Valladolid), nunca fue iniciado.

Formando parte del Canal, en nuestro camino, podemos ver numerosas obras de ingeniería capaces de facilitar la navegación (dársenas, esclusas, presas, acueductos, puentes, etc...), también construcciones industriales: molinos, almacenes, etc.

“Ancha es Castilla” estamos acostumbrados a oír, para indicar que aquí hay sitio para todos, incluso para que aquellos que no quieren verse, no se vean. Y es verdad, Castilla es ancha pero no plana. El tema de la planitud de estas tierras es algo que puedo discutir con cualquiera después de haberla recorrido arriba y abajo durante los alrededor de doscientos kilómetros del trazado del Camino de Santiago (Camino de Madrid) que trascurren por las provincias de Segovia y Valladolid.

Otra sorpresa. Los inmensos pinares de Valladolid. Tradicionalmente estamos acostumbrados a ver pinos en aquellos lugares en los que no es posible la supervivencia de otras variedades de árbol. Así el pino, por ser más duro, es desplazado de las llanuras y lugares protegidos del frío, la nieve, los vientos y los hielos y “reina” de manera casi sin competencia en la media y alta montaña, donde “los que no son del mismo Bilbao” no se atreven.

Pero, ¿por qué está Valladolid lleno de pinares? Si, es verdad que en el invierno hace frio y hay heladas, pero en estas cotas la población autóctona debería ser de robles, quejigos, encinas… De hecho, ese tipo de árboles eran los que predominaban de manera autóctona antes de que la sobreprotección a la Mesta originase la deforestación sistemática de las tierras de Castilla. Fue Felipe II quien, tratando de poner remedio, dictó las primeras medidas para repoblación forestal en España, y esta repoblación se hizo a base de pinos que vinieron a remplazar a los encinares y robledales, en razón a que estos últimos son de crecimiento muy lento.

Se plantaron miles de hectáreas de pinos, se nombraron guardabosques para cuidarlas y se multaba a quienes causasen daños en los pinares. Todo un ejemplo de política a seguir, y eso que entonces no había ministerios ni consejerías de Medio Ambiente ni, seguramente, concejales responsables del tema en los municipios.

El arte mudéjar es una característica única de España y corresponde con las construcciones religiosas con influencia constructiva árabe, asentadas en los territorios que se van liberando durante los siglos XII y XIII como consecuencia del progreso de la Reconquista.
Son característicos los materiales utilizados: ladrillo, madera, yeso y azulejos, aunque también hay realizaciones en sillares de piedra, más utilizados en los estilos netamente cristianos. Las estructuras arquitectónicas a menudo se basan en patrones cristianos por lo que es frecuente encontrar plantas de edificios de inspiración románica o gótica. Sin embargo, es frecuente que las cubiertas sean de artesonado de madera, característica hispano-musulmana. El tramo castellano-leonés del camino de Madrid está literalmente plagado de este tipo de construcciones. Entre los ejemplos que he podido constatar: Iglesia de Santo Tomás en Arenillas de Valderaduey, Iglesia de San Pedro en Alcazarén, Iglesia de San Gervasio en Santervas de Campos, etc.

Ahora que el pueblo español está diluyendo la práctica religiosa y perdiendo la fe cristiana en beneficio de otras confesionalidades más “actuales” como el hedonismo, el individualismo, el consumismo, etc., que también en parte nos vienen de fuera. Ahora, repito, me gustaría poder hacer volar “La máquina del tiempo” y observar, conversar y entender aquellas mesnadas cristianas imbuidas de tan firme confesionalidad que les impelía a matar y/o morir en defensa de su concepción religiosa y de su civilización. No cabe duda de que debieron ser tiempos muy duros, pero a la vez eran sin ninguna duda, mucho más auténticos.

domingo, 11 de abril de 2010

Camino de Santiago desde León a Compostela

Recién llegado de finalizar el tramo del Camino que he continuado este año desde León, donde lo dejé el pasado 2009, hasta Compostela, he plasmado en este documento algunas de mis impresiones y vivencias. La estructura del documento contempla como subtítulos los lugares de pernocta de cada una de las 12 etapas en las que he dividido el recorrido.

CAMINO DE LEÓN A SANTIAGO DE COMPOSTELA. LUGARES DE PERNOCTA

Esta segunda parte del Camino de Madrid, la he realizado solo, comenzando el 24/3/2010 (miércoles) y acabando el 5/4/2010. A continuación recojo mis memorias, estructuradas por lugares de pernocta

Hospital de Órbigo

Caserón antiguo rehabilitado por una pareja de peregrinos alemanes. Hospitaleros: El portugués y José Luis. 5 € + 3€ por la cena comunitaria (lentejas+pan +vino) y el desayuno.

El hospitalero español (José Luis, creo) era un antiguo conductor de ALSA que sufrió un ictus en el desarrollo de su trabajo, con el autobús lleno de gente, perdiendo el conocimiento al volante sin que hubiese un solo herido. Actualmente está con una incapacidad laboral del 60%.

El otro, el portugués, cuyo nombre no recuerdo era un joven de unos treinta años al que en su momento se le diagnosticó un cáncer (creo que de pulmón) del que ahora se encontraba repuesto. Ambos eran voluntarios y atendían el albergue por un periodo de 15 días

El Ganso

Albergue privado (creo que 8 €). El hospitalero abandona el albergue. Conocí a los canadienses (Mikel y Arthur). El bar del pueblo, “el cowboy” estaba cerrado y no existía tampoco ninguna tienda dónde poder comprar algo de cena. Mikel improvisó un arroz basmatí con almendras y orejones desecados y picados y un poco del aceite de oliva que yo llevaba. Me llamó la atención la meticulosidad con la que midió la cantidad (dos cucharadas), como si estuviese siguiendo el guión de una receta bien conocida. Por mi parte, yo aporté un poco de morcón de la sierra de Aracena y queso “La flor de Esgueva”. Al final no cenamos mal.

Riego de Ambrós

Albergue municipal. No estaba mal. Habitaciones de cuatro camas con puertas correderas. Conocí a los dos de Valmaseda que iban acompañados por Pedro el de Madrid. Cuando llegué al albergue, hacia las cinco de la tarde, uno de ellos (creo que Antonio), estaba en pleno concierto de ronquidos, para mayor regocijo de los otros dos (ambos de nombre Pedro). En el ambiente un denso y prometedor olor a patatas con chorizo que, entre los Pedros y el concertista, estaban cocinando a fuego lento.

Dos alemanes de mediana edad que llegaron justo al mismo tiempo que yo, y que no hablaban una palabra de español, completaban la nómina de los alojados en el albergue.

De paseo por el pueblo, pude contemplar la iglesia por fuera y por dentro, así como charlar con el dueño del único bar de la localidad que después comprobé que también era el encargado de cerrar el albergue a última hora de la noche.

Aunque había comido en su momento (y muy bien, por cierto) al pasar por Acebo, no pude resistir la invitación a patatas con chorizo y, así, entre los cuatro dimos buena cuenta del perol que durante horas había hervido a fuego lento en la cocina. Los alemanes, bien sea por desconocimiento del idioma, bien porque no consideraron conveniente participar en tan bárbaro ritual, no osaron siquiera acercarse.

En fin, llegó la noche y con ella pude comprobar que no sólo era Antonio quien amenizaba la función sino que sus otros dos compañeros acompañaban rítmicamente con gran entusiasmo en diferentes octavas.

Cacabelos

Aquí, he de confesarlo, me agarré un tremendo cabreo al comprobar que el albergue de peregrinos situado una vez cruzado el pueblo se encontraba cerrado por obras. Sólo queda desandar los pasos, ya con los pies doloridos, para encontrase con otra sorpresa al llegar al ayuntamiento y comprobar que también estaba en obras y cerrado. En la puerta un cartel con un número de teléfono fijo (no lo coge nadie) y otro móvil (apagado o fuera de cobertura). Hablo con unos vejetes que están en la misma plaza del ayuntamiento. Decidimos que hay que acabar con los políticos que no sirven para nada y que sólo se preocupan de su propio enriquecimiento personal.

Dejé a mis eventuales amigos concretando los detalles de cómo preparar el golpe de ayuntamiento y me encaminé a la Pensión galaica en la que por 25 € del ala (desayuno incluido) pude descansar muy bien en una habitación limpia y cómoda.

La Portela de Valcarce

Albergue municipal en las antiguas escuelas del pueblo. Creo recordar que costaba 5 €. La hospitalera puede decirse que excepcional (María).Preocupada en todo momento por la comodidad de los peregrinos que, como yo mismo, íbamos llegando completamente calados. Se agradece que después de haber estado luchando contra los elementos: el agua, el frío, la cuesta arriba y la ventisca, encuentres un lugar dónde te den unos creps recién hechos, una ducha caliente, un radiador donde poner a secar tu ropa y alguien se preocupe de meterte papel de periódico en las botas para que al día siguiente te las encuentres secas.

Aquí conocí a dos ciclistas, cuyos nombres ahora no recuerdo. Uno de ellos, de Madrid, se encontraba actualmente en el paro y estaba intentando crear una empresa de asesoramiento comercial para pequeños negocios. Se sentía capacitado para lograr un negocio que prosperase en poco tiempo. Pensaba que le bastaba una infraestructura de empresa virtual, con una secretaria y una sede física compartida. Lo demás era su propio trabajo y sus ganas de salir adelante. A este ciclista, por razones obvias, ya no le volví a ver. Calculo que en dos o tres etapas a lo sumo llegaría a Santiago.

El segundo ciclista tenía 23 años, había roto una cubierta de la bici y ahora caminaba mientras alguien le había subido en coche la bicicleta hasta Cebreiro para su reparación. La historia de este muchacho onubense era la de tantos jóvenes de su edad. Trabajaba en una fábrica de productos químicos en el Polo Industrial de Huelva. La crisis y la competencia habían hecho que la empresa fuera mal ya hace un par de años, por lo que sus antiguos dueños decidieron deshacerse de ella. En esto, apareció un “empresario” francés que atraído por las subvenciones ofrecidas por la Junta de Andalucía, se comprometió a reflotar la empresa. Naturalmente el francés cobró todas las ayudas y desapareció, dejando la industria en la quiebra y sus empleados, entre los que se encontraba el ciclista y su propio padre, en el paro. Mi amigo estaba haciendo la peregrinación para pedirle al santo que intercediera por su empresa.

Al día siguiente arranqué mi marcha antes que el ciclista de Huelva pero volví a coincidir con él, en medio de la nevada, en los últimos repechos de la subida a O Cebreiro. Allí ante un caldo gallego hirviente y una ración de empanada, nos deseamos suerte mutuamente. Menos de 24 horas después, ya montado en su cabalgadura y bajando a toda velocidad por la carretera, escuché fugazmente su saludo. Espero que el Santo le preste su ayuda.

Las instalaciones del albergue decentes aunque sin pasarse

Hospital de la Condesa

Albergue de la Xunta 5€. Se trata de un albergue recién rehabilitado, con unas magníficas instalaciones pero, como todos los de la Xunta, aunque tiene unas estupendas placas de vitrocerámica para cocinar, carece del menaje necesario para poder utilizarlas. A una hora bastante tardía y huyendo de la copiosa nevada que en ese momento caía, aparecieron tres peregrinos a los que la hospitalera (sin duda una funcionaria) quería echar por estar el albergue lleno. Se produjo una reacción popular de cierta tensión pues los recién llegados decían que para echarles tenía que venir la Guardia Civil y que no les importaba dormir en el suelo. La funcionaria aducía siniestros razonamientos sobre la cobertura del seguro de vida y accidentes, limitado al número de personas máximo alojable en el albergue. En fin, una vez más, la razón en lucha contra la burocracia.

Al no haber tienda en el pueblo donde poder abastecerse, prácticamente todos los albergados cenaron en el bar de enfrente del albergue. Las malas lenguas comentaban que esa era la razón principal para la falta de cazos, perolas o sartenes en el renovado refugio.

Cador

Otro albergue de la De la Xunta 5€. Bien aunque algo más desgastado que el anterior. La filosofía de la hospitalera es exactamente la misma que en Hospital de la Condesa. Se trata de una funcionaria que considera poco valorado su trabajo. ¿En qué lo noto? En “pequeños detalles”: la lavadora y la secadora funcionan con monedas pero la funcionaria no tiene cambio. Si quieres cambiar, tienes que ir a un bar que está a 500 metros y pedir el favor. Puede ser que en el bar tengas que consumir para que miren si tienen cambio en la caja. Otro detalle: este albergue está a 4 km de Sarria y la funcionaria está muy indignada porque la Guardia Civil le pide las fichas de los albergados obligándole, primero a rellenarlas y, sobre todo, a tener que hacer 8 km en coche para entregarlas. En fin, se percibe una notable diferencia entre los voluntarios que hacen de responsables de los albergues, por amor al arte (o al Camino) y los que lo atienden con la cruz a cuestas.

A todo esto, el bar que está a 500 metros, es el único sitio donde se puede comer algo. Se trata de un bar atendido por una viuda y su cuñada. Hace frío, todavía tengo la ropa empapada de la que me ha caído. Un caldo gallego y un plato combinado (filete más huevos fritos) me ayudan a recuperar la dignidad. El palo de 18 € que me cuesta la broma me vuelve a la realidad del Camino que no es otra que el triunfo del mercantilismo sobre cualquier otra razón de ser. El peregrino se convierte en una de esas vacas que al atardecer va arrastrando sus inmensas ubres pidiendo a gritos que la ordeñen. Y claro que lo hacen, sin ningún disimulo y, desde luego, sin anestesia.

Portomarín

Se trata de un Albergue privado gigantesco que cuesta 10 €. A partir de Sarria las cosas me parecen gigantescas y masificadas. Todo tiene su razón. Estamos al inicio de la Semana Santa. Hay que conseguir el Jubileo con el mínimo esfuerzo (hasta en esto, la sociedad capitalista ha configurado nuestro alma y nuestro entendimiento): te ganas el Cielo peregrinando desde 100 km antes de Santiago, es decir desde Sarria. A partir de ahora, mi espíritu flaquea: lo que no ha sido capaz de conseguir el frio, la nieve, el agua o el barro, puede que lo consiga el incesante devenir de las hordas que te adelantan en tropel entre gritos, salpicándote de barro, arrollándote con sus bicis o sus caballos… Por primera vez dudo si abandonar. No me gusta competir con la chusma y, preveo que a partir de ahora, la competición va a estar al cabo del Camino.

El albergue privado de Portomarín es toda una operación turística. Cientos de vociferantes “peregrinos” salen de los autobuses en manadas portando sus maletas para inundar con su presencia las casi doscientas camas que les aguardan. Todos ellos, vueltas las maletas al autobús, me adelantarán mañana por el Camino. Antes de dormir escucho como el guía que pastorea esta manada les explica que, por “razones técnicas”, la etapa de mañana será o bien de 3 km o bien de 13, a elección, porque el autobús no puede meterse por determinados sitios, así que, que cada uno elija. Hay protestas y murmullos por la mala organización que demuestra la agencia. Decido que tengo que huir de esta gente. A la mañana siguiente arranco a andar en plena oscuridad. Son las 7 y cuarto de la mañana, pero da igual, hay gente por todas partes. Los traen en todoterrenos, furgonetas (“coches de apoyo”, creo que los llaman) y los dejan en las orillas del Camino. Todos corren y te adelantan. Nadie te saluda ni te desea, como era normal en las etapas anteriores, “Buen Camino”.

Pero todavía las cosas pueden ser peores. Paseando por Portomarín veo que los peregrinos que no caben en los albergues son derivados hacia el polideportivo municipal. El espectáculo es, como se dice ahora, muy fuerte. Una cancha de cemento, llena de colchonetas y gente, gente por todas partes…

Palas de Rei

Me he jurado que a partir de ahora voy a procurar tener el mínimo contacto posible con las bestias. Por eso, al llegar a Palas de Rei, después de que durante horas todo el agua de los cielos se haya desplomado sobre mí, me busco un pensión donde estar a salvo de los desmanes de los ”otros peregrinos”. Paso la noche en la pensión Guitina (20€). Mal, muy mal. Hace un frío que pela, estoy empapado y no hay calefacción. La persona que me ha cobrado me dice que se lo dirá al dueño, que no puede tardar y que pondrá la calefacción. Me voy a comer al Hostal Vilariño, muy bien por cierto (9 €). Trato de prolongar lo más posible mi estancia en el Vilariño porque se está calentito y mi ropa se me va secando puesta.

Al regreso a la pensión, como era de esperar sigue sin haber calefacción, me vuelven a torear con que van a darla pronto. Bueno, me daré una ducha calentita y recuperaré la temperatura normal del cuerpo humano. ¡Quiá!, el agua de la ducha sale por todas partes menos por donde debe. La goma está totalmente rota, tanto que decido quitar el mango y ducharme directamente con la goma.

Me doy cuenta que estoy cansado, así que me acuesto pronto. El colchón es de aquellos de los años cuarenta. Probablemente de lana pues tiene un hoyo en el centro del que resulta prácticamente imposible salir una vez caes dentro. A pesar de todo creo que me he dormido. Sí, me he dormido porque me despierto asustado al escuchar gritos y portazos de los “otros peregrinos” que invaden las habitaciones contiguas. Mi primer impulso es tratar de huir pero, ¿por qué? Me cubro la cabeza con la almohada y así, cuando ya casi me estoy asfixiando, descubro que se han callado. Bueno, en realidad sólo ha sido una tregua. Un par de horas después otra nueva jarca invade la pensión entre gritos, risas y portazos.

A la mañana siguiente me levanto pronto y echo a andar aún de noche. He tomado una decisión heroica: caminaré por la carretera para ahorrarme no sólo el barro sino también el ataque de las hordas jacobeas.

Ribadiso de Abaixo

En el último tramo de la marcha me encuentro con los dos muchachos catalanes con los que coincidí en la subida de O Cebreiro. No es la primera vez, también coincidí con ellos en una pulpería de Melide dos días antes. El más comunicativo acomoda su paso al mío, mientras que el otro se desmarca y pronto se le pierde de vista. Por sus comentarios deduzco que está echando de menos las etapas anteriores de sosiego y tranquilidad y que, como me pasa también a mí, se siente avasallado por las turbas que desde hace días invaden el Camino. Nuestra conversación dura alrededor de una hora y en ella constato que, a pesar de ser un muchacho culto y educado, tiene problemas gramaticales en la utilización de algunos tiempos verbales. Pienso para mi que a este chico, al haberle obligado a estudiar en catalán, le han hecho una putada para toda su vida, o tal vez no. Tal vez viva feliz en su ignorancia y no se encuentre nunca con alguien que perciba sus deficiencias.

El albergue de Ribadiso de Abaixo es también de la Xunta y como en todos, al llegar te dan una funda de colchón y otra de almohada, ambas de papel, más un sobrecito de desinfectante en gel. La hospitalera está detrás de un mostrador, como corresponde a su estatus de funcionaria. Toma tus datos, te sella la credencial y te cobra 5 euros. A partir de ahí, allá te las arregles. Que si, que la máquina de lavar y secar usa monedas de dos euros, pero ella no tiene cambio. Tienes un bar cerca que te pueden cambiar. El albergue no está mal pero está claramente pensado para el verano. Por ejemplo, las duchas están muy separadas del edificio destinado a dormitorio, lo que te obliga a dar un paseo medio en pelotas bajo la lluvia.

Labacolla

La última marcha la alargué hasta los 31,5 km para poder quedarme en Labacolla, a tan solo 10 km de Santiago. Labacolla es un pueblecito cercano al aeropuerto de Santiago, que, en su núcleo urbano no tiene apenas de nada. El Hotel Garcas (30€ sin desayuno) no está muy bien pero la cena por 9 € era excelente.

Satiago

Ya de camino a la ciudad hay que recorrer grandes longitudes sin encontrar las flechas amarillas, lo que te hace sentir que puedes haberte perdido. Al final, en los cruces, siempre aparece la pintura amarilla que te indica que estás en el buen camino. En el monte do Gozo pueden verse las enormes infraestructuras de los diversos albergues de peregrinos. A partir de ahí una bajada te lleva a cruzar el río y ya estoy en Santiago. A partir de aquí, la entrada a la ciudad se convierte otra larga marcha urbana hasta el Obradoiro.

Llama la atención la cantidad de policía y guardias de seguridad situados incluso dentro de la Catedral. Parece como si se temiera algún atentado. He estado otras veces en Santiago y nunca he visto un despliegue semejante.

DISTANCIAS RECORRIDAS (*)

Km/día

Acumul

Hospital de Órbigo

6,50

6,50

El Ganso

29,80

36,30

Riego de Ambrós

27,00

63,30

Cacabelos

28,10

91,40

La Portela de Valcarce

20,80

112,20

Hospital de la Condesa

22,80

135,00

Cador

31,50

166,50

Portomarín

25,50

192,00

Palas de Rei

22,00

214,00

Ribadiso de Abaixo

23,00

237,00

Labacolla

31,50

268,50

Santiago de Compostela

10,00

278,50

TOTAL

278,50

(*) Se ha partido de San Martín del Camino

El ZPelele del gran Francisco de Goya

El ZPelele del gran Francisco de Goya