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Es más: agradezco tu opinión, siempre que la formules con el debido respeto. Aunque discrepes de mis ideas, sé que te preocupan los mismos problemas que me preocupan mí. Esos problemas que acechan a España y a los que entre todos hemos de encontrar solución, si queremos evitar que el barco se hunda.

Thyratrón de Argón

jueves, 18 de septiembre de 2008

A nuestro estilo

Parece que lo que de verdad preocupa a lo que viene dándose en llamar “la ciudadanía” es la situación creada por el estallido de la crisis económica.

No tiene importancia la pérdida de valores que de manera lenta y tozuda se ha ido adueñando de nuestra sociedad. La Verdad y la Justicia ya no hace falta que lo sean, solo que lo parezcan. Porque en realidad son únicamente productos de márketing. Y no hablemos de la solidaridad. Cualquiera de nuestros hombres, hombros, mujeres y /o mujeros de esta sociedad anestesiada, diría: “Solidaridad. Pero eso ¿qué es lo que es?” (Pronúnciese: ¿queloqueé?)

Lo que preocupa es la subida de los precios, el Euribor, la gasolina. Porque el ciudadano actual, a diferencia del hombre de antaño, lo tiene que hacer todo, disfrutarlo todo y, por supuesto, todo en esta vida. Nada de huríes en lejanos paraísos. Hay que disfrutar a tope: viajar, comprar, comprar, comprar: coche, vivienda, tecnología. Cada niño o niña de hoy, lleva encima cientos de veces más tecnología que la que usaron todos los ejércitos contendientes en la segunda guerra mundial.

Si, hoy no están bien vistos ni el esfuerzo ni la moderación; ni el ahorro ni la virginidad.

Tío, hay que escuchar las conversaciones de nuestros jóvenes: ¡qué pasada!, 10 megapixels, ¿y con GPS y mp4?. Por supuesto, tendrá pantalla táctil y bluetooth ¿no? ¡Chaval!, eso si que mola. Dentro de un par de meses habrá que tirarlo, porque seguro que Moncho ya tendrá Iphone y… ¿cómo vas a ser tu menos?

Cuando, como ahora, la inmensa mayoría de los denominados ciudadanos han puesto su fe en señor que se pueda morir, ejerciendo permanentemente la sagrada liturgia de la compra en esas modernas catedrales que son los centros comerciales, adquiere absoluta y yo diría, relevancia única, la disponibilidad económica. Hay que tener dinero, mucho dinero. No importa como lo hayas adquirido: nuestra sociedad, en el fondo, admira a los poceros, malayos, albertos, colones, gilistas, condes y demás fauna emergente, curtida en el pelotazo.

Pero he te aquí que aparecen las subprime (pronúnciese “sabpraim”, que si no parecerás un jodío paleto). Todo se tambalea, el Producto Interior Bruto empieza a desacelerarse a lo bruto, las casas dejan de venderse, los intereses suben, la producción industrial se estanca, el paro, la recesión, la inflación … Y es ahora, cuando todo parece ir mal, cuando los políticos empiezan a darse cuenta de que estábamos viviendo infinitamente por encima de nuestras posibilidades.

España no produce una sola gota de petróleo, pero nos permitimos que éste sea la base de nuestro entramado energético. De nucleares ni hablar. La racionalidad choca de frente con la política. Una central nuclear tarda entre quince y veinte años desde que se planifica hasta el momento en que comienza a producir. Para que tengamos centrales nucleares en el futuro sería necesario, desde hoy mismo, un compromiso de los diferentes partidos políticos. Pero ¿qué político piensa en algo que va a suceder dentro de 15 o 20 años? Hacerlo, significaría pensar en España. Y eso..., eso no. ¡Ni hablar! Eso no encaja con la política de partidos, que desde el inicio de cada legislatura tiene la vista puesta en salir bien en la foto de dentro de cuatro años, para así poder seguir aprovechándose del poder.

Hablemos de la solidaridad. Más que nada para que a los más jóvenes les suene algo esa palabra tan devaluada. Solidaridad es un concepto estrechamente ligado a la sensación de pertenencia. Somos espontáneamente solidarios con aquellos con los que tenemos un proyecto de convivencia. Con los más lejanos (los pueblos depauperados de América, Asia o África, por ejemplo), solemos ejercer la caridad o, si los percibimos como los seres humanos que son y los sentimos -a pesar de la lejanía- como pertenecientes a nuestra propia especie humana, entonces sí, puede que obremos por solidaridad.

Hoy en España emerge la insolidaridad porque se diluye la sensación de pertenencia a un proyecto de miras más amplias que el que ofrece el aldeanismo local. Esto no es casual, forma parte de una misma realidad que impregna de manera total la sociedad radicada en esas coordenadas espacio-temporales que ha venido en llamarse España. Se trata del individualismo. El ciudadano, verdadero átomo social independiente, se convierte en el Yo absoluto, contrapuesto al resto de los hombres que, a su vez, le sirven únicamente para definir el exterior de su contorno. No hay interacción, no hay proyecto sino el individual. Y ese proyecto está absolutamente polarizado por la fuerza magnética de un poderoso campo: el hedonismo. Como no parece haber vida más allá de nosotros mismos y del centro comercial, se vuelve necesario para nuestra relización individual acampar permanentemente en él.

Los políticos separatistas, han captado esta situación y la fomentan en su provecho. Balanza fiscal. ¿Por qué se llevan lo que es mío y solo mío? Si quiero hacer caridad ya adoptaré un niño pobre de tierras extrañas (o sea, extremeñas). Es la misma lógica. Es individualismo de aldea.

Cien mil abortos, en números redondos, al año en España. No causan alarma social. Al fin y al cabo, si no hay que dar cuentas a nadie, si mi cuerpo es mío… A Vd. ¿qué le importa?

Siempre me ha torturado pensar en la muerte de otro hombre como consecuencia de una acción u omisión personal. En muy pocos casos sería admisible alguna justificación para esa muerte: el accidente, la defensa propia, la de la justicia, la Patria, la evitación de un mal mayor… Podría incluso entender, que no justificar, el atenuante de la obcecación en un instante de ira, pero matar cobardemente, por comodidad y como negocio, a un ser humano indefenso que te molesta, utilizando los conocimientos médicos de quién ha jurado defender la vida, empleando tecnología específica y haciendo desaparecer la evidencia … Eso no sé, no encuentro palabras para denominarlo.

Otra cosa es Spanair. Desde los primeros momentos de la catástrofe se ha visto que los políticos van a por ellos. Una vez más, se instrumentaliza y se utiliza la muerte en concordancia con turbios intereses partidistas. No obstante, hay una lección, una filosofía en todo este drama: queremos volar por el morro pero, eso sí, con toda la seguridad del jet privado. Siempre me han hecho mucha gracia los ecologistas de salón. Verdes, creo que se llaman a sí mismos. Todos tienen 4x4, aire acondicionado en sus casas, abrigos de piel… Pero eso sí, nucleares no gracias. Personalmente, creo que no tendría grandes problemas en vivir, como en aquellos primeros campamentos de mi juventud, a la luz de una vela, sin luz eléctrica, acostándome a la hora en que se retiran las gallinas y levantándome con las primeras luces del día. Si es eso lo que quieren los ecologistas: adelante, no hay drama. Pero me temo que no. No es eso lo que de verdad estarían dispuestos a vivir. Con la aviación de bajo coste pasa un poco lo mismo: como diría D. Quijote, viene como de molde aquel refrán de que “sopas y sorber, no puede ser”.

El ZPelele del gran Francisco de Goya

El ZPelele del gran Francisco de Goya