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Es más: agradezco tu opinión, siempre que la formules con el debido respeto. Aunque discrepes de mis ideas, sé que te preocupan los mismos problemas que me preocupan mí. Esos problemas que acechan a España y a los que entre todos hemos de encontrar solución, si queremos evitar que el barco se hunda.

Thyratrón de Argón

jueves, 23 de octubre de 2008

Sobre transporte y energía

La política energética y la de infraestructuras son dos de las áreas estratégicas, estrechamente ligadas entre sí, en las que resulta urgente que España, o mejor dicho, nuestro gobierno inicie políticas de largo plazo. Se trata de una planificación global con un horizonte mínimo de 20/30 años, que nos permita propiciar el desarrollo de las potencialidades de nuestra patria, independizando nuestra industria de los vaivenes y fluctuaciones erráticas en los precios del petróleo y el gas.

Sé que estoy pidiendo un esfuerzo de generosidad a las fuerzas políticas que nos gobiernan y también a las que, si Dios no lo remedia, constituyen la alternativa que nos gobernará después. Les pido, ¡ahí es nada!, que piensen en el futuro de España. Que por un momento olviden salir bien en la foto de las próximas elecciones y se pongan a trabajar en construir lo que de verdad necesitaremos a medio plazo. Ya lo sé. Puede que si inician esa política de horizonte lejano, el éxito de la inauguración se lo lleve su competidor político pero, si es verdad que están, como pregonan, al servicio de España, eso no les debería importar porque con su sacrificio ganaremos todos los españoles.

A nivel planetario resulta una barbaridad quemar el petróleo, tal como hoy hacemos. El petróleo es, como otras materias primas, un producto escaso con un horizonte temporal de agotamiento y una característica añadida de naturaleza estratégica. Además, su utilización para alimentar centrales eléctricas o para el transporte por carretera, genera contaminación ambiental: CO2 causante del efecto invernadero y también lluvias ácidas originadas por el azufre que contiene, en mayor o menor medida, contaminación de las aguas, etc…

Como todo el mundo sabe, el petróleo es la base de la industria química, sobre la que se asienta en gran medida la estructura productiva de la sociedad actual. Del petróleo, además de combustibles, se obtienen por transformación los diferentes tipos de plásticos, pinturas y disolventes, tintas, resinas, fibras textiles, lubricantes, ceras, asfaltos, insecticidas, detergentes, cosméticos…
España no produce una sola gota de petróleo. No existen yacimientos en nuestro territorio, así que esta materia prima ha de adquirirse, para nuestro consumo, en los mercados internacionales, contribuyendo de forma sustancial a nuestro déficit exterior. Éste, que es básicamente la diferencia entre el valor de lo que importamos y el de nuestras exportaciones, es de los más altos del mundo (creo que a la fecha ya es el más alto) haciendo necesario emplear importantes recursos económicos en su financiación. Es suicida no hacer algo para poner remedio a esto. De continuar así, terminaremos trabajando no para nosotros mismos, sino para otros.

El modelo de transporte interno utilizado en España está basado en una deficiente red de carreteras y en una desproporcionada flota de camiones, irracional desde el punto de vista de la utilización eficiente de los recursos y tremendamente dependiente de una energía - el petróleo - cuyo coste no controlamos y cuyo suministro y continuidad depende de variables estratégicas externas.
A quien ponga en duda lo dicho, le invito a que haga el trayecto Madrid-Alicante por carretera un día laborable (también valdría cualquier otro, como el Madrid-Vigo). Largas filas de camiones, uno detrás de otro, a los que solo les falta encadenarse con el anterior y el posterior, para acabar por descubrir la solución óptima al transporte terrestre. Si: EL FERROCARRIL.

Aparentemente la infraestructura necesaria en el transporte por vía férrea es costosa. Es posible. Pero su mantenimiento, su amortización a muchísimo más largo plazo que un camión y sus costes de explotación por kilómetro y tonelada transportada, no son en absoluto comparables con los del transporte por carretera.
La tabla que sigue, elaborada con datos de Eurostat (oficina estadística de la Comisión Europea), muestra el volumen anual (en miles de toneladas) de las mercancías transportadas por las redes de ferrocarril de algunos países de la Unión.





Está claro, ¿no? En Alemania, la locomotora europea (nunca mejor dicho), el total de toneladas transportadas por tren crece año a año, pasando de unas 11,5 veces nuestro volumen en 2003 a casi 14 veces en 2006 (último año para el que se disponen de datos). Los demás países, salvo el Reino Unido y Suecia, es verdad que no crecen, pero también lo es que nos superan ampliamente en volumen transportado.

España necesita volver a invertir en infraestructura ferroviaria básica. No en los ferrocarriles de Alta Velocidad, que resultan costosísimos y no sirven para el transporte de mercancías, sino en trenes que lleguen a la última ciudad de importancia media de la provincia menos importante. Es necesario construir una red mallada, superpuesta a la radial actualmente existente (que además habrá que ampliar y potenciar), dotándola de nodos que realicen la gestión de conmutar los vagones/contenedores hacia sus destinos finales.

En paralelo, y para evitar la actual dependencia del suministro del petróleo, urge resucitar los proyectos de construcción de centrales nucleares, cuyo coste por kilowatio generado es bastante más barato que los producidos por las centrales de ciclo combinado y, no digamos por las denominadas energías renovables. Además, la producción de energía eléctrica en centrales térmicas, ya sea por carbón o en ciclo combinado (carbón+gas), produce contaminación por gases de efecto invernadero, cuya producción por encima de las cuotas asignadas a nuestro país en el Protocolo de Kyoto (1997) y por su desarrollo en los Acuerdos de Marrakech (2001), obliga a comprar los correspondientes derechos de emisión a países terceros. Estos costes, aunque no se contabilizan habitualmente entre los de generación de la energía en las térmicas, no existen en el caso de las nucleares.

Lo dicho respecto a la potenciación de la energía nuclear en detrimento de la de origen térmico, no descarta la realización de las inversiones necesarias en la investigación de otros tipos o fuentes de energía: geotérmica, eólica, solar, mareas, oleaje, biomasa …

Tampoco debe dejar de potenciarse una utilización más racional de la energía, investigando en la mejora del rendimiento de los procesos industriales y la optimización de las aplicaciones domésticas. Pero lo que está claro es que España necesita un gran pacto político por la racionalidad y el futuro. Un pacto capaz de ilusionarnos a todos. También en este tema, con energía, trabajo e ilusión, pero sobre todo con gobernantes que vean más allá de sus narices podemos llegar a donde nos propongamos.

jueves, 18 de septiembre de 2008

A nuestro estilo

Parece que lo que de verdad preocupa a lo que viene dándose en llamar “la ciudadanía” es la situación creada por el estallido de la crisis económica.

No tiene importancia la pérdida de valores que de manera lenta y tozuda se ha ido adueñando de nuestra sociedad. La Verdad y la Justicia ya no hace falta que lo sean, solo que lo parezcan. Porque en realidad son únicamente productos de márketing. Y no hablemos de la solidaridad. Cualquiera de nuestros hombres, hombros, mujeres y /o mujeros de esta sociedad anestesiada, diría: “Solidaridad. Pero eso ¿qué es lo que es?” (Pronúnciese: ¿queloqueé?)

Lo que preocupa es la subida de los precios, el Euribor, la gasolina. Porque el ciudadano actual, a diferencia del hombre de antaño, lo tiene que hacer todo, disfrutarlo todo y, por supuesto, todo en esta vida. Nada de huríes en lejanos paraísos. Hay que disfrutar a tope: viajar, comprar, comprar, comprar: coche, vivienda, tecnología. Cada niño o niña de hoy, lleva encima cientos de veces más tecnología que la que usaron todos los ejércitos contendientes en la segunda guerra mundial.

Si, hoy no están bien vistos ni el esfuerzo ni la moderación; ni el ahorro ni la virginidad.

Tío, hay que escuchar las conversaciones de nuestros jóvenes: ¡qué pasada!, 10 megapixels, ¿y con GPS y mp4?. Por supuesto, tendrá pantalla táctil y bluetooth ¿no? ¡Chaval!, eso si que mola. Dentro de un par de meses habrá que tirarlo, porque seguro que Moncho ya tendrá Iphone y… ¿cómo vas a ser tu menos?

Cuando, como ahora, la inmensa mayoría de los denominados ciudadanos han puesto su fe en señor que se pueda morir, ejerciendo permanentemente la sagrada liturgia de la compra en esas modernas catedrales que son los centros comerciales, adquiere absoluta y yo diría, relevancia única, la disponibilidad económica. Hay que tener dinero, mucho dinero. No importa como lo hayas adquirido: nuestra sociedad, en el fondo, admira a los poceros, malayos, albertos, colones, gilistas, condes y demás fauna emergente, curtida en el pelotazo.

Pero he te aquí que aparecen las subprime (pronúnciese “sabpraim”, que si no parecerás un jodío paleto). Todo se tambalea, el Producto Interior Bruto empieza a desacelerarse a lo bruto, las casas dejan de venderse, los intereses suben, la producción industrial se estanca, el paro, la recesión, la inflación … Y es ahora, cuando todo parece ir mal, cuando los políticos empiezan a darse cuenta de que estábamos viviendo infinitamente por encima de nuestras posibilidades.

España no produce una sola gota de petróleo, pero nos permitimos que éste sea la base de nuestro entramado energético. De nucleares ni hablar. La racionalidad choca de frente con la política. Una central nuclear tarda entre quince y veinte años desde que se planifica hasta el momento en que comienza a producir. Para que tengamos centrales nucleares en el futuro sería necesario, desde hoy mismo, un compromiso de los diferentes partidos políticos. Pero ¿qué político piensa en algo que va a suceder dentro de 15 o 20 años? Hacerlo, significaría pensar en España. Y eso..., eso no. ¡Ni hablar! Eso no encaja con la política de partidos, que desde el inicio de cada legislatura tiene la vista puesta en salir bien en la foto de dentro de cuatro años, para así poder seguir aprovechándose del poder.

Hablemos de la solidaridad. Más que nada para que a los más jóvenes les suene algo esa palabra tan devaluada. Solidaridad es un concepto estrechamente ligado a la sensación de pertenencia. Somos espontáneamente solidarios con aquellos con los que tenemos un proyecto de convivencia. Con los más lejanos (los pueblos depauperados de América, Asia o África, por ejemplo), solemos ejercer la caridad o, si los percibimos como los seres humanos que son y los sentimos -a pesar de la lejanía- como pertenecientes a nuestra propia especie humana, entonces sí, puede que obremos por solidaridad.

Hoy en España emerge la insolidaridad porque se diluye la sensación de pertenencia a un proyecto de miras más amplias que el que ofrece el aldeanismo local. Esto no es casual, forma parte de una misma realidad que impregna de manera total la sociedad radicada en esas coordenadas espacio-temporales que ha venido en llamarse España. Se trata del individualismo. El ciudadano, verdadero átomo social independiente, se convierte en el Yo absoluto, contrapuesto al resto de los hombres que, a su vez, le sirven únicamente para definir el exterior de su contorno. No hay interacción, no hay proyecto sino el individual. Y ese proyecto está absolutamente polarizado por la fuerza magnética de un poderoso campo: el hedonismo. Como no parece haber vida más allá de nosotros mismos y del centro comercial, se vuelve necesario para nuestra relización individual acampar permanentemente en él.

Los políticos separatistas, han captado esta situación y la fomentan en su provecho. Balanza fiscal. ¿Por qué se llevan lo que es mío y solo mío? Si quiero hacer caridad ya adoptaré un niño pobre de tierras extrañas (o sea, extremeñas). Es la misma lógica. Es individualismo de aldea.

Cien mil abortos, en números redondos, al año en España. No causan alarma social. Al fin y al cabo, si no hay que dar cuentas a nadie, si mi cuerpo es mío… A Vd. ¿qué le importa?

Siempre me ha torturado pensar en la muerte de otro hombre como consecuencia de una acción u omisión personal. En muy pocos casos sería admisible alguna justificación para esa muerte: el accidente, la defensa propia, la de la justicia, la Patria, la evitación de un mal mayor… Podría incluso entender, que no justificar, el atenuante de la obcecación en un instante de ira, pero matar cobardemente, por comodidad y como negocio, a un ser humano indefenso que te molesta, utilizando los conocimientos médicos de quién ha jurado defender la vida, empleando tecnología específica y haciendo desaparecer la evidencia … Eso no sé, no encuentro palabras para denominarlo.

Otra cosa es Spanair. Desde los primeros momentos de la catástrofe se ha visto que los políticos van a por ellos. Una vez más, se instrumentaliza y se utiliza la muerte en concordancia con turbios intereses partidistas. No obstante, hay una lección, una filosofía en todo este drama: queremos volar por el morro pero, eso sí, con toda la seguridad del jet privado. Siempre me han hecho mucha gracia los ecologistas de salón. Verdes, creo que se llaman a sí mismos. Todos tienen 4x4, aire acondicionado en sus casas, abrigos de piel… Pero eso sí, nucleares no gracias. Personalmente, creo que no tendría grandes problemas en vivir, como en aquellos primeros campamentos de mi juventud, a la luz de una vela, sin luz eléctrica, acostándome a la hora en que se retiran las gallinas y levantándome con las primeras luces del día. Si es eso lo que quieren los ecologistas: adelante, no hay drama. Pero me temo que no. No es eso lo que de verdad estarían dispuestos a vivir. Con la aviación de bajo coste pasa un poco lo mismo: como diría D. Quijote, viene como de molde aquel refrán de que “sopas y sorber, no puede ser”.

El ZPelele del gran Francisco de Goya

El ZPelele del gran Francisco de Goya